Mascarillas solidarias

Una empresa catalana combina la producción de protectores contra el virus con la ayuda social

De izquierda a derecha, Lels Granado, Josep Martí y Silvia Granado.Sergi Conesa

A veces emprender consiste en ver una oportunidad concreta y lanzarse. Josep Martí (Barcelona, 48 años) ha aprovechado los 18 años de experiencia invertidos en Neopolis Consulting —su consultora inmobiliaria parada por completo debido a la pandemia— para poder impulsar K de Mascarilla. Al proyecto también se sumaron las hermanas Lels y Silvia Granado, creadoras de la agencia de comunicación Doblemano, que también congeló su actividad cuando se decretó el estado de alarma. Un equipo de ocho personas y una inversión inicial q...

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A veces emprender consiste en ver una oportunidad concreta y lanzarse. Josep Martí (Barcelona, 48 años) ha aprovechado los 18 años de experiencia invertidos en Neopolis Consulting —su consultora inmobiliaria parada por completo debido a la pandemia— para poder impulsar K de Mascarilla. Al proyecto también se sumaron las hermanas Lels y Silvia Granado, creadoras de la agencia de comunicación Doblemano, que también congeló su actividad cuando se decretó el estado de alarma. Un equipo de ocho personas y una inversión inicial que calculan entre 10.000 y 15.000 euros, les bastó para poner en marcha el proyecto que factura 30.000 euros cada mes.

La recién creada compañía ha multiplicado por cuatro sus previsiones y ha vendido más de 6.000 mascarillas personalizadas y reutilizables tanto en España como en otros países de Europa. Para Martí, la demanda ha llegado para quedarse, y eso les permite colaborar con la asociación Cel Obert, en Barcelona, que trabaja con niños y adolescentes en riesgo social, ya que por cada diez mascarillas fabricadas la organización recibe una.

Lels Granado cuenta que además de haber estado “en el lugar y el momento adecuados”, también resolvieron la necesidad inmediata de protectores contra el virus a través de la fabricación local en un momento en que los suministros de otros países escaseaban. “Conjugamos la experiencia de Josep, por la parte comercial, y la nuestra como agencia en el ámbito de marketing y creación de marca. En la vida habíamos fabricado mascarillas ni ningún tipo de producto. Buscamos de alguna manera ayudar para reactivar a nivel local las empresas pequeñas para poder confeccionarlas” dice.

La empresa ha lanzado además un spray hidroalcohólico que se aplica al producto para poder alargar su uso antes de lavarlo. Los precios de las mascarillas van de los 10 a los 20 euros y se distribuyen en empresas de León, Madrid, Barcelona y Galicia. Ante el aumento de los pedidos, K de Mascarilla prepara, desde hace solo unos días, un plan para lanzar la tienda a nivel internacional y la apertura de tiendas físicas propias.

Los creadores de la marca no quieren acostumbrarse a la idea de “tener un pedazo de tela en la cara”, pero no creen que el final de la alerta sanitaria esté cerca.

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