El arte de ir tirando
Europa es desde hace años un novelón económico, la historia de una guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores
La economía es una disciplina narrativa: no es casualidad que la ciencia económica y la novela nacieran a la par. Y Europa es desde hace años un novelón económico, la historia de una guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores. Los acreedores ganaron la crisis del euro, aunque con una gestión insuperablemente mediocre que dejó un largo pliego de cargos contras las élites europeas y un euroescepticismo en ascenso. Y ya les adelanto el final de la Gran Reclusión: lo normal es que los acreedores vuelvan a ganar. El mérito de Merkel fue conseguir que el euro saliera de la crisis anterior...
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La economía es una disciplina narrativa: no es casualidad que la ciencia económica y la novela nacieran a la par. Y Europa es desde hace años un novelón económico, la historia de una guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores. Los acreedores ganaron la crisis del euro, aunque con una gestión insuperablemente mediocre que dejó un largo pliego de cargos contras las élites europeas y un euroescepticismo en ascenso. Y ya les adelanto el final de la Gran Reclusión: lo normal es que los acreedores vuelvan a ganar. El mérito de Merkel fue conseguir que el euro saliera de la crisis anterior con todas sus plumas: la historia juzgará mal a la canciller si no consigue lo mismo esta vez.
Francia, Italia y España calentaron la última cumbre con propuestas ambiciosas, a la altura del dramatismo de la situación; van 120.000 muertos en el continente. Lo positivo es que, también esta vez, la UE es capaz de cruzar líneas rojas ante una emergencia: los líderes dieron un paso en la buena dirección y acordaron tener listo medio billón de euros el 1 de junio para el cortísimo plazo, y un plan de reconstrucción para el medio plazo con una potencia de fuego “de la magnitud que se necesite para esta urgencia”. Ese plan tiene todas las letras mayúsculas y las promesas multimillonarias de las grandes ocasiones. Pero si se lee la letra pequeña, lo que parece es la habitual patada hacia delante patrocinada por Berlín.
Sin detalles —y no hay un solo detalle—, lo que hay es un intento de proyecto de conato de esbozo de proyecto de esquema del plan: una capacidad de endeudamiento común de 300.000 millones (ya veremos, sobre todo en lo común), con respaldo del presupuesto europeo (ya veremos en qué condiciones) y que se repartirán entre transferencias y créditos (ya veremos qué parte son transferencias; hasta ahora la solidaridad europea es vía crédito). En resumen: un ya veremos gigantesco. Roma pedía eurobonos; París y Madrid un fondo con transferencias no reembolsables. De esa ambición no queda casi nada. Puede que ese plan sea un caballo de Troya hacia los eurobonos o hacia ese fondo, imprescindible para cuando la crisis se agrave, y se agravará pronto. Puede que el BCE duplique el programa de compras en unos días y logre ganar tiempo. Pero de momento solo se ve la europeísima patada a seguir.
“Espera lo mejor, prepárate para lo peor”, decía Terminator. Lo mejor sería que la fase más aguda de la crisis sanitaria acabara ya y los parches europeos bastasen. Lo peor es más feo. En unos meses, la deuda pública de Italia superará el 160% del PIB y los mercados empezarán a preguntarse por su sostenibilidad. Sin un BCE dispuesto a atravesar el enésimo rubicón, los bárbaros podrían plantarse a las puertas de Roma y poner al Gobierno italiano ante la disyuntiva de pedir un rescate o amenazar con un impago: palabras mayores.
Los líderes de la UE acaban de dejar pasar una oportunidad fantástica para estar mucho mejor equipados por si eso sucede. Ojalá el título de la novela que estamos escribiendo no sea Las desventuras del euro, sino El arte de ir tirando. Más nos vale.
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