¿Está España entrando en la ola de la extrema derecha?

Es difícil encontrar en el ideario de Vox elementos que no hayan estado desde hace mucho tiempo en el discurso del Partido Popular, mientras que el conflicto territorial coge mal parada a la izquierda

El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante un acto en Zaragoza. / JAVIER CEBOLLADA (EFE)

De un tiempo a esta parte, los pronósticos electorales han perdido credibilidad. La demoscopia internacional tuvo su 'annus horribilis' en el 2016 con las sorpresas del Brexit, el referendo en Colombia y las elecciones de Estados Unidos y, por tanto, nadie ha vuelto a hacer pronósticos con la confianza de antes. El problema no es de las técnicas de predicción. La ciencia estadística detrás de la demoscopia sigue siendo la misma que ya antes había cosechado varios éxitos. Es más, los análisis posteriores de algunos de estos sonados fracasos indican que tampoco estaban tan mal las encuestas como...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

De un tiempo a esta parte, los pronósticos electorales han perdido credibilidad. La demoscopia internacional tuvo su 'annus horribilis' en el 2016 con las sorpresas del Brexit, el referendo en Colombia y las elecciones de Estados Unidos y, por tanto, nadie ha vuelto a hacer pronósticos con la confianza de antes. El problema no es de las técnicas de predicción. La ciencia estadística detrás de la demoscopia sigue siendo la misma que ya antes había cosechado varios éxitos. Es más, los análisis posteriores de algunos de estos sonados fracasos indican que tampoco estaban tan mal las encuestas como se suele pensar. (En el caso de Estados Unidos, las encuestas acertaron con un pequeño margen de error al voto popular. Fue el colegio electoral el que distorsionó el resultado final).

Parece, en cambio, que lo que ocurre es que hay cambios tectónicos y profundos en la política que escapan a los mejores métodos estadísticos. Los tiempos son tan inciertos y por tanto el comportamiento de los votantes tan impredecible que los márgenes de error crecen de manera inusitada. En estos días España está dando muestras del mismo fenómeno. Tras la convocatoria a elecciones para el 28 de abril, los sondeos no dan un cuadro nítido a pesar de que hace unas pocas semanas ya se hablaba, como si fuera de un hecho consumado, del auge de la extrema derecha en España, como producto de la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas. No hay duda de que Vox ha dado un salto cualitativo y que este año ha dejado de ser el fenómeno residual que fue durante mucho tiempo. Pero hay algunos elementos que obligan a introducir matices.

Comencemos por el caso andaluz. A simple vista, la derrota del PSOE parecía sorprendente. Pero por otra parte, después de 36 años de gobierno ininterrumpido, se trataba del Gobierno regional más longevo de Europa. Algún día iba a caer y cada día que pasaba era más probable. Ahora bien, no necesariamente la caída del PSOE tenía que significar el ascenso de Vox pero tampoco hay que olvidar otro hecho de vieja data que también estaba acercándose a su fecha de caducidad: la inquebrantable disciplina del PP que había mantenido unida a la derecha española mucho más que en otras latitudes. Tanto para la hegemonía del PSOE en Andalucía como del PP en el lado derecho del espectro, se puede decir 'sic transit gloriae mundi'.

Por otro lado, cuando se habla del crecimiento de la extremaderecha en España hay que tomar en cuenta el contexto. Los elementos que han servido de combustible a la ultraderecha en otros países de Europa no están presentes en España. La inmigración está en los mismos niveles manejables de siempre y lo peor de la crisis económica ya parece haber quedado atrás. Claro, siempre se pueden crear crisis a golpe de cobertura mediática como lo ha intentado hacer la Administración Trump en Estados Unidos con el problema migratorio. Pero esa estrategia tiene sus límites.

De hecho, en algunos aspectos cruciales Vox no es un típicopartido de ultraderecha europea. Por ejemplo, en materia económica su recetario recoge la misma ortodoxia del PP, sin los cuestionamientos a Bruselas o a los 'globalistas' que se escuchan en Italia o en Alemania. En general, es difícil encontrar en el ideario de Vox elementos que no hayan estado ya desde hace mucho tiempo en el discurso del PP. Lo que pasa es que ahora, con su toldo aparte, adquieren más visibilidad.

Si España entra por la senda de la ultraderecha como en otros países europeos, va a ser porque varios actores políticos de centro lo consideraron un costo asumible

En cambio, sí hay otro factor que ha condicionado muchísimo el panorama político español en los últimos años: Cataluña. Cuando se tienen en cuenta los lazos históricos entre Cataluña y Andalucía, ya no es tan sorprendente que la crisis catalana haya tenido las repercusiones que tuvo en Andalucía. El tema catalán sí que es un fenómeno único en España, cuando se compara con otros países de la región. Pero, en principio, no tiene por qué ser un tema que encaje en el espectro izquierda-derecha. De hecho, como ha quedado muy claro en los últimos días, dentro del independentismo catalán la derecha tiene un papel tan preponderante como el que puede tener en el unionismo.

Ocurre, sin embargo, que por razones históricas, la izquierda española siempre ha necesitado mucho más de Cataluña que la derecha, de modo que las divisiones que el soberanismo genera en Cataluña afectan más a la izquierda que a la derecha. El PP puede dar a Cataluña por perdida sin que eso le genere una crisis existencial profunda, mientras que ningún partido de izquierda español puede darse el mismo lujo.

Así pues, más que un auge de la extrema derecha en España lo que parece estar ocurriendo es que el conflicto sobre el modelo territorial está introduciendo otra dimensión de polarización que coge mal parada a la izquierda. Ahora bien, por supuesto que de seguir las cosas así el resultado sí podría ser la consolidación de un bloque de derechas mucho más perfilado que el que hemos conocido hasta ahora. Pero si eso ocurre no es por un cambio estructural en las preferencias del electorado sino porque, como lo hemos visto con Ciudadanos en los últimos días, los sectores que decían ocupar el centro del espacio político han decidido que la nueva dimensión de polarización es tan importante que prefieren abandonar dicho centro y aliarse con los extremos. Eso ya es otra cosa. En política las fuerzas estructurales, profundas, siempre son muy importantes.

Pero también hay siempre un espacio para la acción de los líderes. Si España entra por la senda de la ultraderecha que se ha visto en otros países europeos, va a ser porque varios actores políticos de centro lo consideraron un costo que se podía asumir.

* Luis Fernando Medina Sierra es coordinador del Zoom Económico de la Fundación Alternativas y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III

Más información

Archivado En