Crítica:TEATRO | HABLAMOS

Los chistes de la esfinge

Los cómicos que hacen de sí mismos una máscara (en el sentido de las máscaras o arquetipos de la commedia dell'arte) tienen un rosario de imitadores. Se dice que Charles Chaplin se presentó a un concurso de émulos de Charlot y quedó segundo. Eugenio Jofra, el narrador de chistes más serio de la historia, también tiene quien le imite: este actor catalán lleva cinco años y dos espectáculos metiéndose en su pellejo.

Se hace llamar Reugenio, y prefiere mantener su verdadero nombre en secreto. En Hablamos, aparece en un taburete, de negro, encendiendo un cigarrillo con parsimon...

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Los cómicos que hacen de sí mismos una máscara (en el sentido de las máscaras o arquetipos de la commedia dell'arte) tienen un rosario de imitadores. Se dice que Charles Chaplin se presentó a un concurso de émulos de Charlot y quedó segundo. Eugenio Jofra, el narrador de chistes más serio de la historia, también tiene quien le imite: este actor catalán lleva cinco años y dos espectáculos metiéndose en su pellejo.

Se hace llamar Reugenio, y prefiere mantener su verdadero nombre en secreto. En Hablamos, aparece en un taburete, de negro, encendiendo un cigarrillo con parsimonia: "¿Qué, tienen prisa?". Él no: "¿Acaso comienzan ustedes a trabajar en cuanto llegan a la oficina?". Reugenio tiene la sorna exacta de su modelo, su ademán de esfinge y el mismo registro vocal. Como él, apura las pausas, estira los silencios y deja respirar la frase con tranquilidad. Al contrario de esos monologuistas cuya meta es arrancar risas sin descanso, este Eugenio redivivo reivindica el derecho del público a respirar y la teatralidad rotunda de los tiempos muertos, reflujo donde se fragua el tsunami de una nueva carcajada.

HABLAMOS

Autor: Eugenio Jofra. Intérprete: Reugenio. Dirección: Gerard Jofra. Teatro Bellas Artes.

Hasta el 22 de enero.

Bajo las señales de humo indias de su cigarrillo, escucha a su auditorio: no pasa por alto una risa antes de tiempo, ni el llanto inesperado de un niño. Todo lo comenta. Alterna chistes archiconocidos y menos célebres (genial el de Andorra la Bélica), añade alguno de otro costal y los ofrece a petición. "De ese no me acuerdo. ¿Puede contarlo usted?", le suelta a una espectadora que pide "el de la cadena". Y para la general sorpresa, esta lo cuenta desde su butaca con voz y gracia. Hablamos acaba, con este grado de libertad, haciendo honor a su título.

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