Crítica:COMER

Cocina y diseño a lo grande

CERVECERÍA MORITZ, en Barcelona, un nuevo complejo gastronómico con 32 cocineros a cargo del chef Jordi Vilà y arquitectura de Jean Nouvel

Para describir el último montaje de Moritz en Barcelona hay que recurrir a hipérboles y expresiones superlativas. No basta con afirmar que se trata de un centro gastronómico de diseño donde se han invertido 10 años y más de 20 millones de euros. Estamos ante una rehabilitación faraónica, dirigida por el arquitecto Jean Nouvel, que cuando concluya alojará una microcervecería, tres restaurantes, una panadería, una vinoteca, un espacio para eventos, grandes cocinas, una cafetería-bar, un museo y varias terrazas. Todo meticulosamente desordenado en los 4.500 metros cuadrados que ocupan las tres fi...

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Para describir el último montaje de Moritz en Barcelona hay que recurrir a hipérboles y expresiones superlativas. No basta con afirmar que se trata de un centro gastronómico de diseño donde se han invertido 10 años y más de 20 millones de euros. Estamos ante una rehabilitación faraónica, dirigida por el arquitecto Jean Nouvel, que cuando concluya alojará una microcervecería, tres restaurantes, una panadería, una vinoteca, un espacio para eventos, grandes cocinas, una cafetería-bar, un museo y varias terrazas. Todo meticulosamente desordenado en los 4.500 metros cuadrados que ocupan las tres fincas urbanas donde antaño se encontraba la fábrica de cerveza que el alsaciano Louis Moritz inauguró en 1856. Marca comercial que relanzarían sus herederos en el verano de 2004 con contingentes elaborados en Zaragoza por La Zaragozana.

CERVECERÍA MORITZ

PUNTUACIÓN: 5,5

Ronda San Antoni, 41. Barcelona. Cierra: ningún día. Teléfono: 934 26 00 50. Precios: entre 25 y 35 euros por persona. Tarrina de caza, 7,50 euros. Macarrones gratinados, 8,50. Cazuelita de liebre a la Royale, 12. Crème brûlée, 5 euros.

Hablamos de un establecimiento multifuncional que solo alcanzará su velocidad de crucero cuando se inaugure el comedor del semisótano y se traslade hasta la primera planta el famoso restaurante Alkimia del cocinero Jordi Vilà, director gastronómico del complejo. A las pocas semanas de su inauguración, a Vilà lo desbordan los acontecimientos. "Cada día nos visitan 2.000 personas, de las que la mitad se sientan y comen a la carta", afirma. "Organizo el trabajo de 32 cocineros; consumimos 250 kilos de patatas diarias, 6 cajas de alcachofas y 60 litros de aceite de oliva. Cuando regreso a Alkimia y me sumerjo en la alta cocina, les digo a mis chicos que son unos pijos. Aquí nada se pica a mano. Todo a máquina. Como ejemplo, ese cacharro para patatas que se ventila 120 kilos a la hora". En sintonía con la espectacularidad de local, la carta, todavía provisional, alberga 177 especialidades y acentúa la desmesura. Una oferta apabullante en la que se superponen platos populares de las cervecerías centroeuropeas con recetas típicas de bistró francés y fórmulas caseras españolas. En conjunto, mariscos gallegos, frituras, tapas, bocadillos, ensaladas, recetas bajas en calorías, cosas acabadas en horno de leña (cocas y panes), platos de envergadura, surtidos de quesos y postres. Un auténtico disparate que no se sabe muy bien qué propósito persigue. Listado que aún se multiplica más con la brutal oferta de desayunos que se brindan a partir de las seis de la mañana, a los que se incorporan aperitivos, cafés y cócteles con los que el local cierra a las tres de la madrugada. No es extraño que con semejante batiburrillo en su barra aparezcan revueltos los mariscos con las tartas de May Hoffman. "Estamos en una cervecería", insiste Vilà para rebajar las expectativas.

Resulta más que aceptable la coca con verduras escalivadas, son buenas las croquetas de jamón, agreden por exceso de ajo las patatas bravas con alioli, decepciona la ensaladilla rusa, no entusiasma la esqueixada de bacalao y es sabrosa la bomba de la Barceloneta. Siguen unos aros de calamar a la andaluza correctos, una pizza alsaciana de queso Munster agradable y unos canelones gratinados insustanciales. Y como colofón, dos platos de peso. Magnífica la cazuelita de liebre a la Royale y apabullante el surtido de salchichas con chucrut. Los golosos deben dejar un hueco para la crème brûlée y el fondant de chocolate en tarrina.

La Cervecería Moritz de Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

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