En la cuerda floja

Que las derrotas electorales desunen es algo de lo que tenemos buena experiencia en España. Que esa desunión conduzca a la fragmentación y, luego, a la irrelevancia, depende más de los electores que de los implicados. El Partido Socialista acaba de dar el primer paso para ese escenario, con dos grupos enfrentados, por más que se edulcoren los manifiestos publicados por ambos (Mucho PSOE por hacer, Yo sí estuve allí).

A los primeros se les puede reprochar la falta de valor que tuvieron para corregir la deriva liberal de Zapatero.

A los segundos se les puede reprochar...

Que las derrotas electorales desunen es algo de lo que tenemos buena experiencia en España. Que esa desunión conduzca a la fragmentación y, luego, a la irrelevancia, depende más de los electores que de los implicados. El Partido Socialista acaba de dar el primer paso para ese escenario, con dos grupos enfrentados, por más que se edulcoren los manifiestos publicados por ambos (Mucho PSOE por hacer, Yo sí estuve allí).

A los primeros se les puede reprochar la falta de valor que tuvieron para corregir la deriva liberal de Zapatero.

A los segundos se les puede reprochar la cerrazón de defender a ultranza la tarea del Gobierno por el simple hecho de ser Gobierno.

Los cuatro millones y medio de votantes que ha perdido el Partido Socialista no creo que acepten que, además de las políticas inevitables, no se hicieran otras políticas encaminadas a compensar aquellas, y en eso coincidirían con los firmantes de Mucho PSOE por hacer. Tampoco creo que esos votantes perdidos acepten que los firmantes de Yo sí estuve allí llamen "ejercicio de responsabilidad" a lo que fue un "ejercicio de travestismo político", en la línea de lo hecho por otros partidos progresistas europeos.

Quizás en España y en algún que otro país surja de esta crisis la división formal entre los socialdemócratas y los social-liberales.