PUNTO DE VISTA | ELECCIONES 2011

Con permiso de los mercados

Hay que remontarse a 1982 para encontrar encuestas tan decantadas a favor de uno de los candidatos. España salía del trauma de un golpe de Estado y el partido gobernante había saltado en pedazos. Felipe González fue capaz de crear una esperanza colectiva en torno a un proyecto modernizador con tintes regeneracionistas. También entonces la oposición apelaba al lema del cambio. Rajoy se impone hoy en los sondeos con similar contundencia, pero la ilusión que genera más allá de la familia nada tiene de inenarrable. Al inicio de la campaña solo inspiraba confianza a un escaso 30% de los electores a...

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Hay que remontarse a 1982 para encontrar encuestas tan decantadas a favor de uno de los candidatos. España salía del trauma de un golpe de Estado y el partido gobernante había saltado en pedazos. Felipe González fue capaz de crear una esperanza colectiva en torno a un proyecto modernizador con tintes regeneracionistas. También entonces la oposición apelaba al lema del cambio. Rajoy se impone hoy en los sondeos con similar contundencia, pero la ilusión que genera más allá de la familia nada tiene de inenarrable. Al inicio de la campaña solo inspiraba confianza a un escaso 30% de los electores aunque más de un 45% se mostrara dispuesto a votarle.

Ha sido una campaña extenuante de casi cuatro meses, que se abrió de hecho el 29 de julio tras el anuncio de Zapatero de que las elecciones iban a celebrarse el 20 de noviembre. Desde entonces no ha cesado el aluvión de noticias cada vez peores que nos han metido de lleno en zona de rescate, con lo que eso significaría de sometimiento a una suerte de protectorado económico eurogermánico de cuyos efectos nos ilustran suficientemente Grecia y Portugal.

La mayoría cree que el Gobierno ha fracasado, pero la alternativa suscita no pocos temores

Los estudios sociológicos muestran un desánimo colectivo ante el futuro. La mayoría considera que el Gobierno ha fracasado, pero la alternativa despierta no pocos temores. Y bajo este estado de depresión se ha desarrollado una campaña insoportablemente larga en la que Rajoy ha pedido un acto de fe de los españoles porque ellos ya superaron la ruina heredada en 1996 y volverán a hacerlo ahora. Un voto masivo a su proyecto sería la mejor credencial para recuperar la credibilidad de Europa. A juzgar por lo ocurrido con la prima de riesgo esta semana, cuando todo el mundo da por descontada la victoria de Rajoy, no parece que haya sido un argumento lo bastante convincente para tranquilizar a los mercados.

Su recetario pasa por una dieta radical de adelgazamiento, con un menú cuyos detalles no termina de concretar. Hacer un presupuesto que cumpla el objetivo de déficit del 4,4% para el año próximo es, a su juicio, la condición inexcusable para que España recobre el crédito de los inversores y para ello se dispone a hacer recortes en todo, "salvo en pensiones". A lo mejor necesita enviar también alguna señal que abra expectativas de crecimiento, porque si no los prestatarios seguirán dudando de nuestra solvencia para pagar las deudas.

Rubalcaba, que empezó con una estrategia de perfil bajo, ha terminado convirtiéndose en el candidato correcaminos a la búsqueda de votantes socialistas indecisos, aquellos que pueden marcar la distancia entre la catástrofe electoral y la derrota digna, que no dulce. Primero tuvo que marcar distancias con la estrategia anticrisis seguida por Zapatero cuando él era vicepresidente del Gobierno, un reproche que Rajoy ha explotado hasta la caricatura con aquel Rodríguez-Rubalcaba del debate.

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En esa línea de corrección estratégica se inscriben sus demandas a Europa (más tiempo para reducir el déficit, un papel más decidido del BCE en defensa de las deudas soberanas en euros, un plan Marshall del Banco Europeo de Inversiones), sus propuestas de subir impuestos (grandes fortunas, tabaco, alcohol) y una más activa intervención pública para crear empleo (cero cotizaciones sociales para los nuevos puestos de trabajo).

Pero su dedicación principal ha sido desvelar el programa oculto de Rajoy y advertir de los recortes que proyecta en derechos sociales: sanidad, educación, dependencia, seguro de desempleo. Y a medida que la campaña entraba en su recta final hacía más apremiante su llamamiento al voto útil, con el argumento de que solo los escaños socialistas podrán oponerse con eficacia a los planes del PP, que a su juicio dejarán a la intemperie a los más desamparados. Frente a la voz de los mercados, que Rajoy traduce en nuevos y más dolorosos ajustes, Rubalcaba reivindica para sí la supremacía de la política.

Hasta aquí los discursos. Tal vez demasiados. La palabra pasa ahora a los ciudadanos.

Rubalcaba y Rajoy, precedidos de Campo Vidal, llegan al debate en televisión.ULY MARTÍN

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