Crítica:danza

El desnudo escultórico

El 16º Festival Internacional Madrid Sur tiene como lema La rebelión del lenguaje escénico, y la potente y honesta creación de la coreógrafa cubana Rosario Cárdenas viene perfecta como ilustración de este adagio.

La danza moderna cubana tiene su propia síntesis distintiva y poco a poco la vamos conociendo en Europa, unas características que van desde el fraseo a la articulación rítmica; en ella confluyen elementos vernáculos del folclore afrocubano con la sistemática aportada por la danza moderna norteamericana. El resultado es un baile sinuoso, envolvente, siempre explícito y co...

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El 16º Festival Internacional Madrid Sur tiene como lema La rebelión del lenguaje escénico, y la potente y honesta creación de la coreógrafa cubana Rosario Cárdenas viene perfecta como ilustración de este adagio.

La danza moderna cubana tiene su propia síntesis distintiva y poco a poco la vamos conociendo en Europa, unas características que van desde el fraseo a la articulación rítmica; en ella confluyen elementos vernáculos del folclore afrocubano con la sistemática aportada por la danza moderna norteamericana. El resultado es un baile sinuoso, envolvente, siempre explícito y comunicativo. La obra Zona-Cuerpo recurre tanto a lo irónico como a lo simbólico para hablar de las relaciones más íntimas; no se escatiman gestos cuando se llega al sexo, pero prima una vertiente teatral verdadera.

Zona-Cuerpo

Compañía Danza Combinatoria. Coreografía: Rosario Cárdenas; música: Dúo Karma y Franqui Corbea; escenografía, vestuario y luces: Carlos Repilado. Teatro Jaime Salom, Parla.

Sobre una escenografía funcional y geometrista de paneles constructivos que acaso sugieren la trama urbana o habitaciones en laberinto, los bailarines aparecen vestidos casi en estilo retro y tocados por la pintura corporal, que sobra y entorpece las figuras. Mientras la danza se crece, ese manchado que quiere ser artístico, abigarra las figuras en detrimento del dibujo físico esencial.

La percusión del Dúo Karma se impone en una variada gama de instrumentos étnicos; incluso, hay un sutil homenaje a John Cage y el papel rasgado. En los bailarines hay fuerza, técnica y sobre todo un notorio convencimiento de lo que hacen. El joven bailarín Richard Echevarría hace un solo lento e intencionado, alargando su propia línea sobre la planimetría del suelo y regalando uno de los mejores momentos de la velada con su organicidad, la manera dúctil de replegarse donde demuestra poseer un talento enorme que madurará.

Quizás todo pueda entenderse como una danza de respuesta airada, reivindicativa a los tiempos de ostracismo y represión sexual.

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