Reportaje:

Ballenas que yacen bajo tierra

La sepultura de cetáceos es el método más común para recuperar su esqueleto y poder exhibirlo - Tres ejemplares se encuentran inhumados en Euskadi

El esqueleto de una ballena franca cazada en 1870, la penúltima que se capturó en las costas vascas, se exhibe suspendido en el aire en el Aquarium de San Sebastián como un trofeo épico. Son más de un centenar de huesos montados sobre un tubo de acero. Desde que se reconstruyó en 1930, sus 12 metros de estructura ósea no han dejado de despertar en la imaginación de los visitantes, adultos y niños, historias de luchas titánicas entre pescadores y animales que rozaban lo sobrenatural.

Pero el recorrido que lleva a un animal gigantesco como esta ballena franca, que fue a finales del siglo ...

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El esqueleto de una ballena franca cazada en 1870, la penúltima que se capturó en las costas vascas, se exhibe suspendido en el aire en el Aquarium de San Sebastián como un trofeo épico. Son más de un centenar de huesos montados sobre un tubo de acero. Desde que se reconstruyó en 1930, sus 12 metros de estructura ósea no han dejado de despertar en la imaginación de los visitantes, adultos y niños, historias de luchas titánicas entre pescadores y animales que rozaban lo sobrenatural.

Pero el recorrido que lleva a un animal gigantesco como esta ballena franca, que fue a finales del siglo XIX el centro de un litigio polémico entre Zarautz y Getaria por quién fue el primer pescador que la había arponeado, hasta la sala de exposiciones del museo comienza a cuatro metros bajo tierra. A esa profundidad se encuentra también la fosa en que está enterrado el cachalote que murió varado el pasado 26 de agosto en la playa de Zarautz, al igual que un rorcual aliblanco de ocho metros que lleva siete años sepultado. Próximamente, Ámbar, una sociedad para el estudio y la conservación de la fauna marina, y el Aquarium procederán a su exhumación.

Cada cierto tiempo se realizan catas para ver el estado de la descomposición
Los restos de un rorcual aliblanco serán exhumados próximamente
El mismo proceso realizado por una empresa puede costar 120.000 euros
El cadáver del cachalote de Zarautz ha sido recubierto de grava
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Euskadi suma tres ballenas inhumadas. Dos de ellas yacen sepultadas en tierras de propiedad privada en Gipuzkoa, mientras que el tercer cetáceo se encuentra en Bermeo y lo adquirió el Ayuntamiento. "La sepultura de estos mamíferos [algunos alcanzan más de 20 metros y 60 toneladas] requiere de permisos municipales que no siempre resultan fáciles de tramitar", asegura Alejandro Larrodé, coordinador del área museística del Aquarium.

La inhumación de los cetáceos permite que unos cuatro años después su carne se haya descompuesto por completo y se pueda proceder con facilidad a la recuperación de sus huesos para posteriormente armar y exhibir el esqueleto. Este proceso, que arranca desde el momento en que se encuentre una ballena varada en una playa o flotando en la costa, dura unos cinco años.

Existen dos opciones para poder lograr una estructura ósea íntegra en las mejores condiciones. La más rápida, pero también más cara, implica acudir a una empresa especializada. Una de las pocas que existen en España, si no la única, se encuentra en Sevilla y se dedica a la recogida, descarnado y montaje del esqueleto de cetáceos. El proceso completo de limpieza y montaje se puede reducir a un año, frente a los cinco o siete de otros procedimientos más habituales, pero su precio puede alcanzar los 120.000 euros en función del tamaño del animal. El Aquarium donostiarra acudió a esta empresa cuando en 2008, con motivo de su remodelación y ampliación, decidió limpiar los huesos de la ballena franca, que se trasladaron a la capital andaluza para su puesta a punto.

La otra opción resulta más económica. El proceso, que se alarga más, es la fórmula utilizada en las inhumaciones de cetáceos en el País Vasco. "Se entierra el animal bajo tierra, aunque si el suelo es muy ácido se corre el riesgo de que se descompongan algunos huesos más porosos. Por eso, se suelen hacer catas [extracciones parciales del cuerpo] cada cierto tiempo para ver el estado de la descomposición de la carne", precisa Larrodé.

Resulta una labor casi arqueológica que no siempre permite recuperar la totalidad de los huesos del cetáceo. En el caso del cachalote de 13,5 metros de largo y 25,5 toneladas de peso inhumado la semana pasada, los técnicos de Ámbar han cubierto de grava el cadáver y han colocado en la base un plástico para facilitar su posterior exhumación. "De esta forma, se consigue que la tierra no esté tan en contacto con los huesos y que a la hora de sacarlos sea más fácil hallar los restos, porque no estarán desperdigados por la tierra", explica Larrodé mientras hojea un manual en inglés sobre cómo montar el esqueleto de un cachalote.

Existen otras opciones para rescatar los huesos de uno de estos mamíferos -por ejemplo, mantener el cuerpo bajo el agua, donde se descompone con mayor rapidez-, pero, de momento, no se llevan a la práctica por las dificultades que implican. Entre otros inconvenientes, en esa opción el cetáceo debería estar anclado al fondo dentro de una estructura metálica.

Resulta infrecuente que mueran varados ejemplares como el cachalote que llegó al arenal de Zarautz. En cambio, sí se suelen realizar avistamientos a la altura del cabo de Matxitxako, por su proximidad a la plataforma continental.

En esta ocasión, el Aquarium de la capital guipuzcoana hará un hueco para exhibir su osamenta dentro de cinco años, ya que es un ejemplar único y raro de encontrar tan cerca de las costas vascas. Con sus casi 14 metros, puede encajar en la sala de exposición. Cuando los cadáveres de los cetáceos son demasiado grandes o se encuentran en mal estado, muchos de ellos acaban en los vertederos.

"En este caso, se trataba de un cetáceo joven, en muy buen estado. Aunque aún no están los resultados de la necropsia, se cree que murió por una enfermedad", precisa Enrique Franco, vicepresidente de Ámbar.

El esqueleto de una ballena franca, la penúltima cazada en las costas vascas, se exhibe en el Aquarium de San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

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