BALONCESTO | Europeo de Lituania

Fantasmas

Todos arrastramos fantasmas. Como individuos y también cuando formamos colectivos. En líneas generales, no se trata de buenos acompañantes, pues suelen alimentar dudas, inseguridades y otras cuestiones nada recomendables. Algunos fantasmas surgen desde dentro y a otros los traen desde fuera, siendo capaces, si les dejas crecer, hasta de modificar certezas anteriores. Unos están basados en constataciones más o menos demostrables y a otros no les hace falta más que a uno se le ocurra un buen elemento de debate para darles vida. El mundo del deporte no es inmune a ello. Más bien, lo contrario, pu...

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Todos arrastramos fantasmas. Como individuos y también cuando formamos colectivos. En líneas generales, no se trata de buenos acompañantes, pues suelen alimentar dudas, inseguridades y otras cuestiones nada recomendables. Algunos fantasmas surgen desde dentro y a otros los traen desde fuera, siendo capaces, si les dejas crecer, hasta de modificar certezas anteriores. Unos están basados en constataciones más o menos demostrables y a otros no les hace falta más que a uno se le ocurra un buen elemento de debate para darles vida. El mundo del deporte no es inmune a ello. Más bien, lo contrario, pues por diversas razones resulta un buen caldo de cultivo para su aparición y propagación. Quién no recuerda al más famoso, el archiconocido fantasma de los cuartos de final, mimado hasta la exasperación por nuestro fútbol de selección.

No podía ser de otra forma. Al que más le revolotean es al entrenador. Si no los tiene, se los fabrican
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Cuando llega un campeonato, es importante tener a los fantasmas bajo llave, pues molestan y dan pistas a los rivales de por donde pueden meter el miedo en el cuerpo. Transcurridos dos partidos, parece que España ha llegado a Lituania con algún que otro exceso de equipaje fantasmagórico. Unos, como en el caso de Ricky, los traían ya de casa. Otros, como en el de Claver, se manifiestan en toda su expresión en tiempo de selección. Algunos son aparentemente indiscutibles, como el fantasma de nuestra inferioridad en las posiciones vértices tres alto, cuatro abierto, aunque, por ejemplo, Ettore Messina, en su artículo de ayer en este periódico, no apreciara un peligro excesivo. Otros son irresolubles, como el paso del tiempo y, con él, una lógica pérdida de explosividad en el juego de Calderón. A los antiguos se puede unir en cualquier momento cualquier otro, como el del aprovechamiento de Ibaka, el ataque contra zona o los rebotes largos. Como no podía ser de otra forma, al que mayor número de fantasmas le revolotean es al entrenador, Sergio Scariolo, al que, si no los tiene, se los fabrican.

Normalmente, suelen ser mayores en número los que creemos ver desde fuera que los que se contemplan desde dentro. Pero, incluso contando con ello, su número todavía parece excesivo. El único valor del partido de ayer, una vez liberados demasiados en el partido inaugural, residía en poder atrapar a alguno de ellos y devolverlo a la maleta o, al menos, tenerlo bajo control. Rudy, Calderón o Felipe lo consiguieron en la medida que un encuentro tan poco concluyente es capaz de ofrecer. Otros, en cambio, demostraron que a los suyos los tienen demasiado descontrolados por ahora. Eso sí, los pata negra, esos, los han dejado en España.

En la medida que la nómina fantasmal, en número y calidad, vaya creciendo o decreciendo, nuestra disposición para asaltar el exigente reto de este Europeo irá en consonancia. Por ahora, no conviene dar muchas más vueltas al asunto, no vaya a ser que aparezca otro.

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