Cartas al director

Los derechos de los judíos

En el artículo de Juan Goytisolo (Los adioses del embajador de Israel, 16-7-2011) escrito como respuesta al mío (Perspectivas y paciencia, 2-7-2011), evita debatir sobre mi pregunta principal: "¿Cómo se explica el hecho de que, de todos los países del mundo, solo Israel está sujeto a un discurso radical al que se van sumando más simpatizantes, llamando a su desaparición del mapa y atribuyéndole el origen de todo el mal?". Al sostener que el actual antisemitismo tiene su origen en la religión, el autor rehúye una reflexión genuina y sincera sobre la negación de nuestro derecho, el...

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En el artículo de Juan Goytisolo (Los adioses del embajador de Israel, 16-7-2011) escrito como respuesta al mío (Perspectivas y paciencia, 2-7-2011), evita debatir sobre mi pregunta principal: "¿Cómo se explica el hecho de que, de todos los países del mundo, solo Israel está sujeto a un discurso radical al que se van sumando más simpatizantes, llamando a su desaparición del mapa y atribuyéndole el origen de todo el mal?". Al sostener que el actual antisemitismo tiene su origen en la religión, el autor rehúye una reflexión genuina y sincera sobre la negación de nuestro derecho, el de los judíos, a la autodeterminación en un país soberano, actitud que se concentra justamente en círculos radicales de izquierdas. Esto, de paso, da lugar a la formación de extrañas coaliciones, como por ejemplo entre quienes apoyan los derechos de los homosexuales y la igualdad de género, con islamistas radicales dispuestos a ahorcar a gais y lapidar a mujeres. Lo único que los une es el odio a una patria judía.

Goytisolo critica la comparación que hizo Saramago entre el conflicto y Auschwitz, lo que le honra, pero cae en la misma parrafada al usar (y no es la primera vez) el término apartheid al referirse al conflicto. Ya he dicho que Israel merece a veces una crítica, en ocasiones severa, pero para que una censura lleve al análisis es necesario despojarla de este newspeak orwelliano.

Quiero añadir que Tel Aviv, nombrada por Goytisolo al final de su artículo, no es ni ha sido nunca la capital de Israel, sino Jerusalén, que es donde se asienta el Gobierno. No es un error involuntario, sino parte del arsenal propagandístico antiisraelí.

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