Crítica:MÚSICA | 'RHYTHM AND BLUES'

Llegar cerca, pero llegar

La mirabas y no se le podía calcular la edad. Parecía uno de esos seres que viven al margen de las leyes de los hombres, que dirían Quimi Portet y Manolo García. Estaba en el escenario pegando brincos, acharolada en clave retrofuturista, sometiendo eróticamente a un bailarín al que desdeñaba tras empujar su rostro hacia delicada sea la parte y... tampoco se podía datar la escena. Igual que su música, que sonaba actual y a la vez añeja, que no antigua. Y es que todo cuadraba, pues Janet lleva dando lustre al rhythm and blues y al pop y funk bailable desde los inicios de los años o...

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La mirabas y no se le podía calcular la edad. Parecía uno de esos seres que viven al margen de las leyes de los hombres, que dirían Quimi Portet y Manolo García. Estaba en el escenario pegando brincos, acharolada en clave retrofuturista, sometiendo eróticamente a un bailarín al que desdeñaba tras empujar su rostro hacia delicada sea la parte y... tampoco se podía datar la escena. Igual que su música, que sonaba actual y a la vez añeja, que no antigua. Y es que todo cuadraba, pues Janet lleva dando lustre al rhythm and blues y al pop y funk bailable desde los inicios de los años ochenta. Es, con perdón de la estrella, una especie de tieta, pero una clase de tieta que nada tiene que ver con la acepción catalana del término, que en nada evoca explosividad, sexualidad, dinamismo y esa jovialidad evidenciada por Janet Jackson en el Poble Espanyol, en Barcelona, en su único concierto en toda España.

'RHYTHM AND BLUES'

Conciertos de Verano

Janet Jackson

Poble Espanyol

Barcelona, 12 de julio

Distante del glamour acham-pañado de las actuales divas del rhythm and blues, Janet Jackson pareció un sorbo de gaseosa, espumosa y humilde, fresca y dulce. Sin un entorno escénico llamativo, sin un montaje espectacular, sin luces para cegar Babilonia, Janet bailó, protagonizó gimnásticas coreografías a medio camino entre las artes marciales y el aerobic, y centró su concierto en las canciones, en ocasiones agrupadas en popurrís de efectos euforizantes entre el público (entre el que figuraba uno de los príncipes de Arabia Saudí acompañado de sus hijas y pendiente de que la organización le entregara un paraguas, ante la amenaza de una lluvia que no llegó a caer con la intensidad esperada).

En ese entorno solo falló el autohomenaje que Janet se dedicó por medio de fragmentos de teleseries y fotos en las que lucía curvas de manera -parece increíble- ingenua, y que ralentizaron un espectáculo concebido en cuatro partes que logró lo que esperaba el público: entretener. Puede que sea un error de apreciación, pero la artista no quiso volar más arriba de lo que sus alas permitían, y ese equilibrio entre intenciones y posibilidad dejó el buen sabor de boca de una artista a la que no faltaron sus grandes éxitos, meollo de su gira actual. Nada mejor que llegar a donde se desea, aunque no se vaya lejos.

Janet Jackson, el pasado martes, en el Poble Espanyol.ALBERT OLIVÉ (EFE)
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