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Fiesta y vacaciones

Durante el pasado Giro, un amigo me preguntaba por la diferencia entre el Giro y el Tour: "¿Cuál crees que es más duro de los dos? ¿En cuál se disfruta más como corredor? Si yo me animase a ir a ver una de las dos carreras, ¿cuál me recomendarías? Yo le respondí que había corrido, sufrido y disfrutado ambas, como él bien sabía, pero que la diferencia entre una y otra, dicho de manera sencilla y sin irme demasiado por las ramas, era que el Giro era una fiesta mientras que el Tour eran unas vacaciones.

Los días siguientes, mientras paseaba en bicicleta, estuve dándole vueltas a esta compa...

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Durante el pasado Giro, un amigo me preguntaba por la diferencia entre el Giro y el Tour: "¿Cuál crees que es más duro de los dos? ¿En cuál se disfruta más como corredor? Si yo me animase a ir a ver una de las dos carreras, ¿cuál me recomendarías? Yo le respondí que había corrido, sufrido y disfrutado ambas, como él bien sabía, pero que la diferencia entre una y otra, dicho de manera sencilla y sin irme demasiado por las ramas, era que el Giro era una fiesta mientras que el Tour eran unas vacaciones.

Los días siguientes, mientras paseaba en bicicleta, estuve dándole vueltas a esta comparación. Se pueden hacer unas vacaciones basadas en la fiesta o que sean una fiesta en sí mismas. Esto último, mejor aún. También se puede ir uno de fiesta mientras está de vacaciones. Una cosa no quita la otra, pero no la incluye necesariamente.

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Esto, visto desde mi particular punto de vista como corredor. No de cómo lo vives tú, que pedaleando hay mucho sufrimiento, sino de cómo ves estando ahí dentro que se vive la carrera desde fuera. Además, a toda buena fiesta le sigue una buena resaca, ya sea por los excesos, por las hora robadas al sueño o por el cansancio simplemente. Y qué mejor plan para recuperarse que unas buenas vacaciones... O sea, que, visto así, no es mal plan el doblete Giro-Tour.

Pero creo que, como espectador, y más desde el punto de vista sociológico, la visión podría ser tranquilamente la misma. El Giro se corre en mayo, en pleno año laboral, tan solo unos días después del día del trabajador y coincidiendo con los primeros calores del año, tan agradables por momentos como volátiles. Que pase la carrera por tu pueblo, por tu calle o por tu región, lo mismo da, es una excusa para la fiesta; para vestirte de rosa y salir a disfrutar tanto de la carrera en sí como del hecho de ver a todos tus convecinos volcados con un espectáculo que consideran propio. Eso es una fiesta y así se vive la carrera en Italia.

El Tour llega ahora, a principios de julio, con la estación del verano recién inaugurada y con unos ya de vacaciones mientras otros sufren la espera hasta que lleguen. Y es la gran excusa para la escapada, para ese fin de semana con los amigos, esa excursión a los Pirineos -aquí, en el plan, va incluida normalmente la fiesta- o ese viaje soñado al corazón de los Alpes: si puede ser, con la bicicleta en el maletero para emular a los artistas en el ascenso a esas cumbres de nombres míticos.

Y yo aquí estoy. Ni fiesta ni vacaciones. En La Vendée, para tratar de contarlo. Y, como me dijo mi amigo Carlos, el cubano: "Tú no eres periodista, chico; tú eres colaborador". Pues eso: veremos lo que pasa en estas tres semanas y, cómo no, trataré de colaborar.

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