Crítica:POP | Ricky Martin

Mejor, sin aditivos

Enrique Martín Morales es un hombre afable, cautivador, capaz de vender cien millones de discos, habituado a pasarse la vida ante grandes auditorios, bailongo, dueño de un cuerpo que -a sus casi cuarenta años- para sí quisiera el común de los mortales y lo bastante valiente, últimamente, para llamar a las cosas por su nombre. Con este bagaje aterrizó anoche Ricky Martin en el Palacio de los Deportes para presentar su gira Música Alma Sexo ante un aforo de unos 8.500 espectadores, nada desdeñable. Todo parecía bajo control, salvo por un pequeño detalle: las canciones no siempre parecían ...

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Enrique Martín Morales es un hombre afable, cautivador, capaz de vender cien millones de discos, habituado a pasarse la vida ante grandes auditorios, bailongo, dueño de un cuerpo que -a sus casi cuarenta años- para sí quisiera el común de los mortales y lo bastante valiente, últimamente, para llamar a las cosas por su nombre. Con este bagaje aterrizó anoche Ricky Martin en el Palacio de los Deportes para presentar su gira Música Alma Sexo ante un aforo de unos 8.500 espectadores, nada desdeñable. Todo parecía bajo control, salvo por un pequeño detalle: las canciones no siempre parecían el elemento primordial del espectáculo, convertido más en un musical que en un concierto.

Sí, ya sabemos que la parafernalia cuenta. Y mucho. Pero la prevalencia de las coreografías en esta gira es tal que los instrumentistas parecen acorralados en los laterales y el fondo del escenario, como si de un engorroso estorbo se trataran. Las coreografías lo dominan todo desde la primera pieza, Será será, que Martin interpreta encaramado a un andamio y termina dejándose caer desde tres metros para que le recojan sus bailarines. A partir de ahí no se suceden los temas, sino los números: el de los moteros (Dime que me quieres, una desdichada versión de Bring a little loving, de Los Bravos), el de las chicas con látigo (Frío), el de los amantes enmascarados (I don't care mash up). Y así sucesivamente.

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Martin luce (estupendo) pechito sudoroso desde la tercera canción, It's alright, pero también sus dos guitarristas se muestran en ese momento descamisados, para que el espectáculo sea integral. Los desnudos, que nadie se nos asuste, no lo fueron. En cambio, nadie pareció reparar en que el sonido fue, durante más de la mitad de la velada, una auténtica lata. En todas las acepciones.

En realidad, el puertorriqueño tiene las suficientes tablas como para ganar muchos puntos cuando se muestra cálido y cercano: con la sabrosura caribeña de Lola Lola y Pégate, la ternura sentimental de Tu recuerdo o esa reciente reivindicación arcoíris que se titula Basta ya. Éxitos como She bangs y hasta Livin la vida loca sonaron desfasados, antiquísimos. Como casi todos, Ricky gana puntos cuando se muestra sensual y sincero. Sin tanto aditivo.

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