Tribuna:

En el lado bueno del cortafuegos

El rechazo parlamentario de un nuevo paquete de austeridad ha provocado la caída del Gobierno portugués y parece abocar al país a un rescate similar a los adoptados por Grecia e Irlanda. Se trata del cuarto programa de ajuste, segundo en menos de seis meses, lo que parece estar provocando cierta fatiga en la clase política, rechazo en la población y escepticismo en los mercados.

Los problemas de fondo son el estancamiento de la economía, que dura ya una década, sin que se vean perspectivas de recuperación; el cierre del acceso a los mercados internacionales, donde el Estado y el sistema...

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El rechazo parlamentario de un nuevo paquete de austeridad ha provocado la caída del Gobierno portugués y parece abocar al país a un rescate similar a los adoptados por Grecia e Irlanda. Se trata del cuarto programa de ajuste, segundo en menos de seis meses, lo que parece estar provocando cierta fatiga en la clase política, rechazo en la población y escepticismo en los mercados.

Los problemas de fondo son el estancamiento de la economía, que dura ya una década, sin que se vean perspectivas de recuperación; el cierre del acceso a los mercados internacionales, donde el Estado y el sistema bancario tienen que refinanciar los cuantiosos vencimientos de su deuda; y la acumulación de un abultado recurso de sus bancos al BCE, que supone ya 40.000 millones de euros, un 23% del PIB portugués. Recuérdese que este último factor fue uno de los detonantes del rescate de Irlanda.

Los mercados recuerdan otras crisis y se preguntan dónde se detendrá el dominó

Se habla de un paquete de ayuda que podría alcanzar los 75.000-80.000 millones de euros. Pero, como señalábamos en estas páginas hace unas semanas, no está claro que un rescate de este tipo sea la solución para Portugal, mientras se mantenga la rigidez de los mecanismos de ayuda y no se establezca una estrategia de recuperación del acceso a los mercados. Lejos de ello, el Consejo Europeo ha pospuesto la reforma del EFSF, dando al mismo tiempo señales de que apenas habrá avances en la flexibilización de su uso; ha dejado claro que el abaratamiento de los tipos de interés se hará caso por caso, premiando a Grecia por las privatizaciones y castigando a Irlanda por su empecinamiento en mantener el tipo reducido del impuesto de sociedades; ha reiterado el principio de que los tenedores de deuda periférica podrían experimentar una quita a partir de 2013 (lo que no ha contribuido precisamente a tranquilizar a los mercados), y ha endurecido el marco de disciplina de las políticas económicas con el Pacto por el Euro. En resumen: se han dado garantías a los países acreedores sin casi concesiones a los países deudores.

Alemania ejerce hoy en la UE un liderazgo desconcertante, con un Gobierno cuyas posiciones -sea respecto al futuro del euro, la guerra de Libia o el debate nuclear- parecen depender solo de cálculos electorales. Lamentablemente, respecto al futuro del euro no hay un liderazgo alternativo.

¿Hay riesgo de contagio a España? El activismo reformista del Gobierno en los últimos meses ha conseguido transmitir a los mercados la idea de que hay una diferencia cualitativa entre los problemas de España y los de Grecia, Irlanda o Portugal, de manera que hemos conseguido situarnos del lado bueno del cortafuegos. Pero los mercados observan una pauta, recuerdan la experiencia de otras crisis (la del Sistema Monetario Europeo en 1992-1993, Asia en 1996-1997...) y se preguntan dónde se detendrá el dominó.

Santiago Fernández de Lis y Daniel Suárez son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).

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