Análisis:EL ACENTO

Histeria epistolar

Las cartas de Ruiz-Mateos a Botín, ofrendadas a la opinión pública como prueba de una conjura bancaria contra Nueva Rumasa, parecen en realidad una declaración de histeria, en sus versiones civil, religiosa y familiar. Gemebundo y claudicante, el personaje es incapaz de soportar la verdad (su incompetencia para gestionar un grupo empresarial) y se encierra en un simulacro de realidad; ocupa el centro de la escena con una hiperexpresividad que pivota en el vacío; mentiroso, cree no obstante sus propias mentiras; sufre de una fuga de sentido (¡esa oferta de sus existencias de brandy para ...

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Las cartas de Ruiz-Mateos a Botín, ofrendadas a la opinión pública como prueba de una conjura bancaria contra Nueva Rumasa, parecen en realidad una declaración de histeria, en sus versiones civil, religiosa y familiar. Gemebundo y claudicante, el personaje es incapaz de soportar la verdad (su incompetencia para gestionar un grupo empresarial) y se encierra en un simulacro de realidad; ocupa el centro de la escena con una hiperexpresividad que pivota en el vacío; mentiroso, cree no obstante sus propias mentiras; sufre de una fuga de sentido (¡esa oferta de sus existencias de brandy para colocar pagarés!); distorsiona el problema mediante una sublimación sentimental ("como madre y como esposa ruego, encarecidamente, tu ayuda", implora Teresa Rivero ante Botín); y anticipa doliente el sacrificio, con una torpe transferencia de culpa ("tienes toda nuestra fortuna a tu disposición"). Josemaría (Ruiz-Mateos, no Escrivá de Balaguer) no parece en las cartas un empresario (nunca lo ha sido, aunque pese a los cronistas de extrema derecha), sino el deudo clientelar de un patricio romano.

No se trata de una histeria cualquiera; la del paterfamilias de Nueva Rumasa aparece mezclada con una disociación cognitiva. Tan lamentable es su sumisión ("aunque no nos veamos, te quiero") como su conato de resentimiento, esa forma de venganza de los débiles, cuando se enfurruña en vano con un "no tengo nada que perder". Es el mismo tipo de farsa que interpretó ante la prensa cuando gimió que antes de incumplir los pagarés "me quitaría la vida, si mi religión me lo permitiera". Cabe un mundo de manipulación financiera detrás de esta coma. Ruiz-Mateos repite el número de empresario sacrificado por un complot socialista que a tantos incautos convenció.

El momento sacramental de la farsa epistolar es la apelación a la divinidad, después de que el Santander negara la financiación. "Hemos celebrado una misa en la capilla de mi casa para que se cumplan tus deseos". Como invocación al Altísimo, la de Homer Simpson es más atinada y precisa que la del jerezano de pro: "No suelo rezar demasiado, pero si estás ahí arriba, ayúdame Superman". ¡Qué grande es Homer y que pequeño es Josemaría (Ruiz-Mateos, pero Escrivá de Balaguer también)!

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