LA COLUMNA | OPINIÓN

¡Viva la regeneración!

Cien años se acaban de cumplir de la muerte de Joaquín Costa y pronto se cumplirán 110 de su resonante presentación en el Ateneo de Madrid de la Memoria y del Resumen de la Información sobre "Oligarquía y caciquismo como la forma actual del gobierno en España". Conocida es la elocuencia del señor Costa -escribió El Imparcial- "que arrebató a los oyentes, que muchas veces prorrumpieron en aplausos estruendosos". Al terminar, exhausto, su Información, un buen puñado de esos oyentes decidió acompañar al gran tribuno, dando vivas por las calles a los hombres de buena voluntad, a Costa, a la...

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Cien años se acaban de cumplir de la muerte de Joaquín Costa y pronto se cumplirán 110 de su resonante presentación en el Ateneo de Madrid de la Memoria y del Resumen de la Información sobre "Oligarquía y caciquismo como la forma actual del gobierno en España". Conocida es la elocuencia del señor Costa -escribió El Imparcial- "que arrebató a los oyentes, que muchas veces prorrumpieron en aplausos estruendosos". Al terminar, exhausto, su Información, un buen puñado de esos oyentes decidió acompañar al gran tribuno, dando vivas por las calles a los hombres de buena voluntad, a Costa, a la regeneración y a los regeneradores y mueras a la oligarquía y al caciquismo, a los egoístas y a los políticos de profesión.

Quizá para celebrar el centenario de la muerte de Costa y de su agónica lucha por la regeneración de España, el Partido Popular ha tenido la santa ocurrencia de publicar un papel en el que, bajo el título de REGENERACIÓN, anuncia como uno de sus principales objetivos la lucha contra la corrupción, ya que -dice el papel- "el funcionamiento del sistema democrático no debe quedar nunca en entredicho por actitudes permisivas, indolentes o exculpatorias ante la gravedad de determinados comportamientos". Cuáles sean esos comportamientos, no lo aclara, pero a todo el mundo se le ocurre que el sistema democrático ha quedado en entredicho con los comportamientos que rodean el origen, desarrollo y plenitud del caso Gürtel o Correa.

Pues el dichoso caso nunca habría existido si los dirigentes del Partido Popular, en Madrid y en Valencia, desde José María Aznar, en los primeros pasos de la trama, a Francisco Camps en su momento de mayor gloria, no hubieran derrochado actitudes permisivas, indolentes o exculpatorias con los ahora principales encausados. Permisión e indolencia que alguna relación guardan quizás con los mecanismos de financiación irregular del partido; y exculpación que procede de los vínculos de amistad entre unos y otros, más densos a medida que la trama de intereses se desarrolla y robustece: Correa invitado de postín en la boda de la hija del presidente del Gobierno; un llamado Bigotes, amiguito del alma del presidente de la Comunidad de Valencia.

Hasta aquí, todo está más claro que el agua: sin esas amistades, la trama en ciernes hubiera acabado disolviéndose por falta de numerario. Pero el agua clara se enturbia cuando, una vez destapada la corrupción que intereses y amistades ocultaban, los actuales dirigentes del PP, ajenos, según afirman, a esas peligrosas relaciones, muestran una actitud permisiva, indolente o exculpatoria con una parte de la trama, la que cae del lado de la política, más a cubierto de la mirada de jueces y fiscales. En todo caso, y sea cual fuere el destino final de los procesos judiciales, la cuestión política es que sin Camps no hubiera existido el tal Bigotes; sin Aznar no hubiera existido Correa y sin los dos al unísono no habría existido Gürtel.

¿O sí? ¿O quizá todo se reduce a que el caso Gürtel no acaba en esas amistades peligrosas, sino que afecta e infecta a toda la dirigencia del Partido Popular? Porque si no fuera así, si Camps no fuera eslabón de una cadena que aprieta el cuello al resto de dirigentes del PP, no se explica la permisividad, la indolencia y la exculpación con la que han actuado no solo el heredero de Aznar, sino la cúpula entera de Valencia y Madrid al nombrarlo y confirmarlo como candidato a la presidencia de la Comunidad en una coyuntura que ni pintada para haberle dado una patada hacia arriba y quitárselo de en medio. Si Rajoy, en el peor momento de confusión y desorientación del PSOE, no lo ha hecho es porque políticamente no ha podido hacerlo, o sea, porque el Partido Popular en conjunto es políticamente responsable de esa trama de corrupción.

¿Regeneración? Lo que hay que tener es mucha cara para publicar, en el centenario de Costa, un papel con ese título anunciando contundencia y celeridad en la respuesta contra las prácticas corruptas en las administraciones públicas, e invitar a la firma a uno de los responsables políticos del peor caso de corrupción de las últimas décadas. Porque, una de dos, o se responde con contundencia a la corrupción y entonces Camps no puede presentarse a unas elecciones; o no se responde, y entonces toda la cúpula del PP es amiguita del alma del señor Camps, que es amiguito del alma del señor Bigotes. En resumen, Costa redivivo y su oligarquía y caciquismo como forma actual de gobierno en España. -

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