Asesinado a puñaladas en su apartamento

La policía fue alertada por una enfermera del hospital Ramón y Cajal al ver que su compañero en el centro médico no acudía a una operación de urgencia

El enfermero Ángel Luis García del Río participó el sábado a media tarde en una operación cardiaca con catéter. Estaba de guardia el fin de semana. Una vez que acabó, abandonó el hospital Ramón y Cajal acompañado de un mensáfono con el que estaba localizado todo el día. Horas más tarde, de madrugada, surgió una nueva intervención, pero esta vez el enfermero, hijo de un conocido empresario de Mérida, no acudió al quirófano. Su ausencia extrañó mucho a sus colegas. Por costumbre, García llegaba siempre el primero. Al acabar la operación, el equipo médico le llamó a casa. "En este momento no pued...

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El enfermero Ángel Luis García del Río participó el sábado a media tarde en una operación cardiaca con catéter. Estaba de guardia el fin de semana. Una vez que acabó, abandonó el hospital Ramón y Cajal acompañado de un mensáfono con el que estaba localizado todo el día. Horas más tarde, de madrugada, surgió una nueva intervención, pero esta vez el enfermero, hijo de un conocido empresario de Mérida, no acudió al quirófano. Su ausencia extrañó mucho a sus colegas. Por costumbre, García llegaba siempre el primero. Al acabar la operación, el equipo médico le llamó a casa. "En este momento no puedo atender tu llamada. Si me dejas tu número de teléfono o tu mensaje después de oír la señal, te llamaré. Gracias", se le oía decir en el buzón de voz.

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Alarmados, sus compañeros se presentaron en su apartamento, en un edificio elegante junto a la Escuela de Ingenieros de Minas. No consiguieron que García, que vivía solo, les abriese. Todo a pesar de que llamaron al timbre con insistencia y aporrearon la entrada. Desesperados, decidieron entonces avisar al servicio de emergencias. Los bomberos, cuando llegaron a la calle Ríos Rosas, tiraron la puerta abajo. Encontraron la solución a tanto enigma: el enfermero, de 52 años, estaba muerto. El cadáver de García, desnudo y tapado con una alfombra, presentaba cortes producidos por un arma blanca que revelan que murió violentamente.Descrito como un hombre serio y responsable, García del Río trabajaba en la unidad de hemodinamia del Servicio de Cardiología. Es la que se dedica a colocar válvulas y stents, unos dispositivos metálicos que se introducen en las arterias para evitar su obstrucción. Llevaba más de 30 años trabajando en el Ramón y Cajal. Años atrás fue supervisor del área de urgencias, con 200 profesionales a su cargo. Una portavoz del hospital lo dibuja como "un gran profesional, muy trabajador y responsable". La noticia ha causado un gran impacto entre los compañeros del centro médico. Era un asiduo a congresos de enfermería, donde había participado en un buen número de mesas redondas y conferencias. Firmó artículos en revistas especializadas.

"Era una persona muy entrañable y muy conocido por todo el mundo. Se había ganado el respeto del hospital", cuenta Francisco Heredia, supervisor de área del centro. Su ausencia de madrugada llamó la atención de todo el mundo. No era propio de García del Río faltar a su deber. De ahí que una doctora del equipo médico que llevaba a cabo la operación en la que él debía estar presente se preocupase tanto. La habitación donde se encontró el cadáver del enfermero estaba revuelta y llena de sangre. A priori, no daba la sensación de que faltase nada en el apartamento. Los investigadores descartan el robo como desencadenante del crimen.

García del Río era hijo de un importante empresario de Mérida que había hecho fortuna con el negocio de las ambulancias, las grúas y el alquiler de vehículos. Le apodaban El Madrileño porque de joven había conducido un taxi en la capital. El hombre murió hace un año y medio. Desde entonces, el enfermero no había vuelto mucho por su ciudad. "Él hacía su vida en Madrid, era muy independiente, estaba a muchos kilómetros de distancia. Desde que faltó nuestro padre no bajaba mucho", comenta su hermano Juan Félix, que llegó a Madrid pensando que su hermano había fallecido de un infarto. "Ha sido un palo. No estaba forzada la puerta, supongo que conocía a su asesino. Solo cabe esperar que lo detengan", agregaba. El hospital tenía previsto velar anoche el cadáver en sus instalaciones.

Habitualmente bronceado y con gusto por las gafas con monturas de diseño, García del Río se preocupaba mucho por su imagen. Era soltero. Controlaba continuamente su peso. Le encantaba viajar. Hace poco había ido a una boda de un amigo que se celebraba en Santo Domingo. No era la primera vez que visitaba el Caribe, uno de sus destinos favoritos. Otra de sus aficiones eran las motos y de vez en cuando participaba en concentraciones. Veraneaba y pasaba fines de semana en un apartamento que su familia tiene en Playamar, un barrio de Torremolinos. En Málaga vive otra de sus hermanas.

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Los amigos y familiares del enfermero se mostraron muy impactados por su muerte. "No entiendo cómo alguien podía querer hacerle daño, era un gran tipo", resumía uno de ellos poco después del levantamiento del cadáver. Una de sus amigas se derrubó a la entrada del apartamento. Necesitó la ayuda de un psicólogo. Mientras, la Policía Científica recogía a mediodía evidencias en el lugar del crimen. El Grupo VI de Homicidios se ha hecho cargo de la investigación, según informó la Jefatura. A media tarde no se había producido ninguna detención.

La muerte violenta de este profesional respetado despierta muchas incógnitas. En su página de Facebook, a la que apenas le había dado uso desde que se creara la cuenta, se demuestra que era muy confiado: "Hola, me gustaría conocerte. Mi nombre es Ángel y mi móvil es (...) Llámame", escribe a otro usuario. La madrugada del domingo perdió la vida en su apartamento. Se cumplían precisamente tres años de la muerte de uno de sus hermanos, día que solía aprovechar para llevarle flores al cementerio.

Dos de los familiares del enfermero Ángel Luis del Río, asesinado ayer.CRISTÓBAL MANUEL
Ángel Luis García.

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