Una isla de ocho casas bajas sobrevive en Fuencarral

Casa de dos plantas, 70 metros cuadrados, buenas vistas, terraza y jardín al norte de Madrid: un privilegio para muchos. Para Rafael y Pilar, que viven en ella desde hace casi 50 años, un hogar del que no quieren que les saquen. Apenas quedan ocho de esas casitas en el barrio de Fuencarral B, de las más de 200 que había allí hace un cuarto de siglo. Ya es casi una isla entre bloques de pisos. Y de fondo, los rascacielos de la capital.

"El Ivima [Instituto de la Vivienda de Madrid] lleva siete años mandándonos cartas de desahucio, pero cuando las recurrimos nos dan la razón. Las casas so...

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Casa de dos plantas, 70 metros cuadrados, buenas vistas, terraza y jardín al norte de Madrid: un privilegio para muchos. Para Rafael y Pilar, que viven en ella desde hace casi 50 años, un hogar del que no quieren que les saquen. Apenas quedan ocho de esas casitas en el barrio de Fuencarral B, de las más de 200 que había allí hace un cuarto de siglo. Ya es casi una isla entre bloques de pisos. Y de fondo, los rascacielos de la capital.

"El Ivima [Instituto de la Vivienda de Madrid] lleva siete años mandándonos cartas de desahucio, pero cuando las recurrimos nos dan la razón. Las casas son nuestras y no nos iremos", explica por teléfono Pilar, que no quiere dar su apellido por temor a represalias. La casa es la herencia de sus padres, que empezaron a vivir allí en 1956. "Yo nací en el 63, he vivido aquí toda mi vida, pago mi cuota mes a mes y no voy a irme", razona.

No quiere irse de su barrio, de su casa ni de su jardín, una antigua escombrera con los restos de las primeras casas que se demolieron hace ya 15 años. Rafael, su marido, que fue jardinero, lo limpió y ahora lo llena con rosales, jazmines, romero o hierbabuena.

El contrato de la casa estipula que deben abonar una cuota de 96 céntimos al mes. Muy lejos de los 50 euros de media que les costaría el alquiler de los pisos que les ofrece el Ivima. "No es solo por el dinero, si nos dieran algo parecido a lo que tenemos, una casa, aceptaríamos. Pero no quieren negociar", se queja Rafael.

Ellos quieren una casa similar a la que tienen, "y no hace falta que sea en La Moraleja", dicen. Trabajan en el barrio, "que es tranquilo", y quieren seguir allí. "Aquí dejamos todo el año las sillas y las mesas fuera y nadie toca nada. Llevan ahí tres años, invierno y verano", aseguran los inquilinos.

"Es una zona muy cotizada, por la prolongación del paseo de la Castellana [proyectada entre 2011 y 2023] y porque la futura ciudad financiera irá muy cerca de aquí", afirma Pilar, que intenta resistir en una casa que han hecho con sus manos. "Antes había una leñera, que hemos convertido en habitación. Y hace años mi padre hizo la cocina y lo techó todo, porque antes había un patio interior". ¿Y el dibujo del jardín? "Nos lo hizo un amigo grafitero famoso", comenta. No saben cuánto aguantará en su muro, encima de los rosales y el perejil.

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Rafael en su jardín en el barrio de Fuencarral B.LUIS SEVILLANO

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