Crítica:

Avispón sin veneno

Kick-ass, Scott Pilgrim contra el mundo y, ahora, The green hornet. En los últimos meses, el ala más recóndita de los universos del cómic y de la novela gráfica, esa que entroniza al nerd contemporáneo como imposible héroe de acción, clama venganza desde la producción cinematográfica a la mucho más glamurosa vertiente del enmascarado brillante, hábil e irresistiblemente ganador.

El nerd, ese concepto anglosajón a medio camino entre el empollón, el friqui y el perdedor, siempre antisocial, vuelve a hacerse carne esta vez en la figura de ...

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Kick-ass, Scott Pilgrim contra el mundo y, ahora, The green hornet. En los últimos meses, el ala más recóndita de los universos del cómic y de la novela gráfica, esa que entroniza al nerd contemporáneo como imposible héroe de acción, clama venganza desde la producción cinematográfica a la mucho más glamurosa vertiente del enmascarado brillante, hábil e irresistiblemente ganador.

El nerd, ese concepto anglosajón a medio camino entre el empollón, el friqui y el perdedor, siempre antisocial, vuelve a hacerse carne esta vez en la figura de El avispón verde (The green hornet), personaje nacido en la radio en la década de los treinta del siglo pasado y que, tras pasar por diversas series de televisión y variados cómics, encuentra ahora su oportunidad en la superproducción cinematográfica de la mano de dos nombres bien distintos: el sensacional artista visual Michel Gondry, autor de ¡Olvídate de mí!, y el cómico Seth Rogen, una de las caras más visibles de la factoría de Judd Apatow, aquí guionista y protagonista, que se lleva la historia a su propio terreno, el de la comedia generacional, lo que por desgracia se da de bruces con los sopapos.

THE GREEN HORNET

Dirección: Michel Gondry.

Intérpretes: Seth Rogen, Cameron Diaz, Christoph Waltz.

Género: comedia de acción. Estados Unidos, 2011.

Duración: 108 minutos.

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The green hornet comienza como un tiro. Un prólogo excelente da paso a una presentación de personajes con fuerza, comicidad, incorrección e infinitas posibilidades narrativas. Sin embargo, tras una primera media hora prometedora, desde que el héroe enmascarado y su ayudante japonés comienzan a hacer frente al mal, la película se diluye poco a poco.

El francés Michel Gondry, con acelerones y ralentís, preciosa fotografía y su habitual garra, compone espectaculares secuencias de acción, pero estas no acaban de conjugar con el tiempo. Todo es demasiado largo: las peleas, las situaciones, los diálogos, la película, a pesar de que Christoph Waltz, el nazi cazajudíos de Malditos bastardos, vuelve a demostrar su capacidad para dominar la pausa, la mirada amenazante y la sorna.

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