Editorial:

El embrollo húngaro

El Gobierno de Budapest impone la censura de prensa y grava ilegalmente a firmas extranjeras

La censura levanta de nuevo la cabeza en Europa, y lo hace en el país que ha asumido el primero de año los seis meses de presidencia de la UE. Pero las graves diferencias que separan al Gobierno de Budapest, encabezado por Viktor Orban, del partido derechista Fidesz, se extienden a otras materias que ponen en duda el compromiso húngaro con el funcionamiento del mercado interno europeo.

La ciudadanía húngara otorgó el pasado abril una mayoría de 263 sobre 386 escaños a la derecha, tras ocho años de corrupto gobierno socialista, los dos tercios que le permitirían al Gobierno enmendar la C...

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La censura levanta de nuevo la cabeza en Europa, y lo hace en el país que ha asumido el primero de año los seis meses de presidencia de la UE. Pero las graves diferencias que separan al Gobierno de Budapest, encabezado por Viktor Orban, del partido derechista Fidesz, se extienden a otras materias que ponen en duda el compromiso húngaro con el funcionamiento del mercado interno europeo.

La ciudadanía húngara otorgó el pasado abril una mayoría de 263 sobre 386 escaños a la derecha, tras ocho años de corrupto gobierno socialista, los dos tercios que le permitirían al Gobierno enmendar la Constitución, lo que según fuentes de Fidesz, podría implicar la prohibición del aborto y la definición exclusiva del matrimonio como unión entre hombre y mujer. Pero, sin esperar a que eso se haga realidad, Budapest ha creado un organismo -Autoridad Nacional sobre los Medios y las Comunicaciones- con poderes para imponer multas de más de 700.000 euros a periódicos o portales que publiquen información parcial u ofensiva para "la dignidad humana", container tan elástico que puede encajarlo todo, y especialmente todo lo que moleste al Gobierno. Y como remate se ha aprobado una ingeniosa manera de cuadrar el presupuesto y combatir la crisis: imponer, fundamentalmente a compañías extranjeras -sobre todo alemanas, lo que pone a la canciller Angela Merkel en cabeza de la denuncia-, un impuesto por tres años sobre beneficios extraordinarios, que hace mofa de la igualdad de trato en el mercado interno de la UE.

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La organización europea ha pedido explicaciones en el primer caso y está investigando el segundo, aunque aún no cabe hablar de expediente por presunta infracción de directivas comunitarias. La reacción inicial de Budapest ha sido tachar de lunáticos e histéricos a los críticos, en especial, de la primera ley, pero el viceprimer ministro Tibor Navracsics concedía ya ayer que, si había problemas en su aplicación, podría enmendarse.

La UE no puede andar con contemplaciones en un caso que cabe relacionar con problemas de transparencia e interpretación del acervo común europeo, surgidos tras la ampliación al Este. Hungría tiene derecho a defenderse, pero el proceso de construcción continental depende de que se sancione con la mayor ejemplaridad cualquier vulneración de aquello que significa hoy ser y estar en Europa.

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