Editorial:

La incógnita financiera

El ejercicio económico 2011 anuncia graves dificultades para las empresas españolas, prolongación de las que vienen sufriendo durante los últimos meses. Los problemas de financiación aparecen claramente como el obstáculo principal que se opone a la recuperación macro y microeconómica. Están en el origen de la crisis (los bancos estadounidenses la causaron) y la reactivación solo se confirmará cuando desaparezcan. Así que, paradójicamente, la primera gran cuestión económica de 2011 es estrictamente política: se trata de saber si las autoridades económicas europeas (desde el Banco Central Europe...

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El ejercicio económico 2011 anuncia graves dificultades para las empresas españolas, prolongación de las que vienen sufriendo durante los últimos meses. Los problemas de financiación aparecen claramente como el obstáculo principal que se opone a la recuperación macro y microeconómica. Están en el origen de la crisis (los bancos estadounidenses la causaron) y la reactivación solo se confirmará cuando desaparezcan. Así que, paradójicamente, la primera gran cuestión económica de 2011 es estrictamente política: se trata de saber si las autoridades económicas europeas (desde el Banco Central Europeo hasta la Comisión Europea, el Eurogrupo y los Gobiernos de Alemania y Francia) son capaces de disipar las dudas que existen sobre las deudas soberanas de algunos países de la eurozona. Se puede explicar de muchas formas, pero la más sencilla es señalar lisa y llanamente que el coste de financiación en Europa (al menos en los países cuyas deudas resultan periódicamente atacadas por los inversores) resulta muy elevado; tan elevado, en primer lugar para las emisiones nacionales, y después para la financiación de las instituciones y empresas, que dificulta cualquier proceso de recuperación de la economía. En el caso de España, la dificultad es un poco mayor.

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Porque, aunque se despejen las dudas sobre la solvencia financiera de los países periféricos, circunstancia que no es fácil que se produzca a corto plazo, seguirá probablemente sin concretarse la reforma financiera española (cajas de ahorros). Pasará mucho tiempo antes de que bancos y cajas estén en disposición de prestar en condiciones de normalidad. Las cajas tienen pendientes los recortes de oficinas y de empleo que están implícitos en las fusiones (frías y calientes) de entidades. Esta es una de las muchas razones por las que es posible asegurar que la tasa de desempleo en España seguirá en niveles muy elevados (próximos al 20%) y, en consecuencia, también uno de los argumentos que permiten suponer que la actividad económica no repuntará con la fuerza suficiente de una recuperación de la economía. Dicho en otras palabras, el mercado laboral todavía no ha completado su ajuste. Es evidente que las restricciones presupuestarias también constituirán un freno a la recuperación. El Banco de España aprecia una ligera recuperación de las ventas en el último trimestre de 2010, pero es una tendencia que debe afianzarse durante todo el ejercicio para que tenga impacto sobre los ingresos empresariales.

Así que esta es la hipótesis más probable: este año, el conjunto de las empresas españolas no dispondrá (salvo excepciones) de capacidad financiera para acometer nuevos proyectos de inversión. Las perspectivas de liquidez y de financiación para los próximos meses siguen siendo malas. Hay operaciones empresariales de importancia que se concretarán en 2011 (la incursión de ACS en Iberdrola), pero serán casos excepcionales. Las grandes compañías del Ibex disponen de una ventaja fundamental, que es el negocio exterior. En el peor de los casos, pueden vender activos para mantener sus cuentas de resultados con niveles adecuados de beneficio, y ya hay algunas que lo están haciendo. Pero, al menos durante este año, es poco probable que aumenten la inversión en España.

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