Narrativa

Los pícaros y los canallas van al cielo

Aquella mujer exaltada e inquebrantable, una de esas mujeres liberadas del XX, como Dorothy Parker, Virginia Woolf, Anaïs Nin o Patricia Highsmith, que se enamoró de un escritor antes de conocerlo, y que acabó escribiendo su historia obsesiva y apasionada en En Grand Central Station me senté y lloré (1945), escribió 30 años después, en Los pícaros y los canallas van al cielo (1978), el infierno de una madre soltera durante la dura posguerra, al cuidado de los hijos habidos con el escritor adúltero (o al revés) George Barker, sola ante el peligro, y escribió ese infierno como escr...

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Aquella mujer exaltada e inquebrantable, una de esas mujeres liberadas del XX, como Dorothy Parker, Virginia Woolf, Anaïs Nin o Patricia Highsmith, que se enamoró de un escritor antes de conocerlo, y que acabó escribiendo su historia obsesiva y apasionada en En Grand Central Station me senté y lloré (1945), escribió 30 años después, en Los pícaros y los canallas van al cielo (1978), el infierno de una madre soltera durante la dura posguerra, al cuidado de los hijos habidos con el escritor adúltero (o al revés) George Barker, sola ante el peligro, y escribió ese infierno como escribió su primer libro autobiográfico, sobre la base de monólogos interiores fragmentados que fluyen a velocidad de vértigo, llenos de oralidad y ansiedad y alejados de cualquier código de escritura que no sea el que le dictaba su soberana voluntad: imágenes alternativas, de filiación vanguardista, prosa poética salpicada de aforismos más o menos intencionados, de vocativos, de cambios de tono constantes y caprichos formales de amateur profesional. Smart no se parece a nada, rompe paradigmas, sorprende con soluciones que rinden tributo a tradiciones diversas, todas ellas atravesando la memoria textual del lector de esta novela excéntrica en la que ante el mural en blanco y negro del racionamiento y la desolación aparecen, escasos pero intensos, destellos de color surgidos de un gesto de ternura, de un recuerdo feliz o una pinta de cerveza. Smart rompe esquemas, y por eso mismo es por lo que resulta fascinante. Y en esta segunda parte de su crónica personal descubrirá el lector esa atractiva combinación que se da en la maternidad esculpida por Henry Moore, la de la feliz enfermedad crónica de una madre y la de la fuerza telúrica de la mujer, sola contra viento y marea, enfrentada con amargura pero supervivencia a una vida destructiva: "Dejemos que transcurra el tiempo. Mil años más de agujas de pino cayendo sobre los bosques profanados".

Los pícaros y los canallas van al cielo

Elizabeth Smart

Traducción de Laura Salas Rodríguez

Periférica. Cáceres, 2010

150 páginas. 17,50 euros.

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