Crítica:POP | Divine Comedy

El 'gentleman' mordaz

¿Por qué lo llaman Divine Comedy cuando quieren decir Neil Hannon? Por segunda vez en un año -El Sol albergó la anterior cita-, el alborozo por la visita de este excelso crooner norirlandés se vio matizado por la relativa frustración de encontrárnoslo sin acompañantes sobre las tablas. Así pues, nos volvimos a perder anoche, con la Joy Eslava a reventar, sus exquisitos arreglos de cuerda, la sección de vientos, el sonido cálido y arrollador de discos tan decadentemente exquisitos como el reciente Bang goes the knighthood. Pero el despliegue de lirismo, humor y vibración emocional...

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¿Por qué lo llaman Divine Comedy cuando quieren decir Neil Hannon? Por segunda vez en un año -El Sol albergó la anterior cita-, el alborozo por la visita de este excelso crooner norirlandés se vio matizado por la relativa frustración de encontrárnoslo sin acompañantes sobre las tablas. Así pues, nos volvimos a perder anoche, con la Joy Eslava a reventar, sus exquisitos arreglos de cuerda, la sección de vientos, el sonido cálido y arrollador de discos tan decadentemente exquisitos como el reciente Bang goes the knighthood. Pero el despliegue de lirismo, humor y vibración emocional resulta tan generoso que al final olvidamos los ropajes y admiramos, absortos y en silencio, las costuras mismas del talento. Comparece Hannon con traje, corbata, bombín y maletín de ejecutivo, como un perfecto gentleman dispuesto a manejar unos cuantos millones de libras en la city londinense. A esos tiburones de las finanzas les dedica, nada más empezar, The complete banker, demoledor reporte de la avaricia moderna: "Podemos hacer una burbuja aún más grande la próxima vez".

Tierno y vitriólico, apasionado pero adscrito a una mordacidad innegociable. He aquí la mágica dicotomía de un autor más británico que Evelyn Waugh; adictivo en su abrumadora inteligencia, deslumbrante en una construcción musical tan rica que solo cabe emparejarlo con los más grandes: Burt Bacharach, McCartney, Paddy McAloon. Repitió su descacharrante versión de Don't you want me, de Human League, con falsete incluido; maravilló con el anacronismo adorable de At the indie disco, cantó al amor inadvertido en Everybody knows that I love you o reunió en un mismo tema, The lost art of conversation, a Juana de Arco con el futbolista Frank Lampard. A eso se le llama ingenio. Y el suyo es inabarcable.

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