Análisis:EL ACENTO

Una mujer contra el crimen

Locura, valentía, insensatez, pulsiones suicidas, vocación de mártir, osadía, ignorancia, ingenuidad, narcisismo, inconsciencia, la ligereza propia de la juventud, la imprudencia del insensato o, acaso, la única salida digna? Cualquiera de estos calificativos sirve para definir la decisión de Marisol Valles García, una mexicana de 20 años. Acaba de convertirse en la jefa de la policía municipal de Práxedis G. Guerrero, un municipio de 8.000 habitantes, del que muchos han huido, situado en la frontera con Estados Unidos, a escasos 50 kilómetros de Ciudad Juárez, esa ciudad donde cada año son as...

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Locura, valentía, insensatez, pulsiones suicidas, vocación de mártir, osadía, ignorancia, ingenuidad, narcisismo, inconsciencia, la ligereza propia de la juventud, la imprudencia del insensato o, acaso, la única salida digna? Cualquiera de estos calificativos sirve para definir la decisión de Marisol Valles García, una mexicana de 20 años. Acaba de convertirse en la jefa de la policía municipal de Práxedis G. Guerrero, un municipio de 8.000 habitantes, del que muchos han huido, situado en la frontera con Estados Unidos, a escasos 50 kilómetros de Ciudad Juárez, esa ciudad donde cada año son asesinadas 3.600 personas.

Hay 19 agentes para el pueblo, nueve de ellos mujeres, y hacía falta alguien que los mandara. Pero los hombres del lugar están en otra: perdieron el honor por miedo o por un puñado de dólares y, si no trabajan para las mafias del narcotráfico, prefieren escurrirse como si con ellos no fuera la cosa. Es zona de frontera, allí la vida no vale nada. Marisol no piensa lo mismo. "Todos tenemos miedo, pero vamos a cambiar ese miedo por seguridad", dijo, y aceptó el reto. Quién sabe si no lo hizo a la manera de los viejos héroes del western: porque, por pura decencia, no había alternativa.

El cine ha contado la historia muchas veces. Puebluchos abandonados en el fin del mundo donde unos cuantos forajidos se han enriquecido y, rodeados de matones, imponen sus caprichos. No cuenta la ley porque nadie hay que pueda imponerla. Así que la fatal seducción del mal se impone y todos caen rendidos a su embrujo: en México, hay corridos que cantan las hazañas de los capos de la droga y muchas de las mujeres que los rodean son ya leyenda.

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Cuando todo huele a muerte, y no hay barreras para los excesos de los criminales, se vuelve a reclamar el imperio de la ley. Pero entonces ya nadie quiere que lo frían en cualquier balacera. Hasta que alguien se atreve, porque no hay más remedio. En el cine suele ser un forastero con un turbio pasado que redimir. En México, es una joven mujer de 20 años, con una hija de siete meses y sin presupuesto policial ni siquiera para patrullar con bicicletas. Su sueldo, menos de 500 euros mensuales. Que tenga mucha suerte.

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