Lástima de dirección
Los 1855 versos de The rape of Lucrece, el desgarrador poema narrativo de Shakespeare que se inspira en Ovidio y en Tito Livio, aunque recortados y adaptados en lo que acaba por ser una narración poética que no pasa de la hora y cuarto, no dejan de ser todo un reto para cualquier intérprete. Núria Espert lo ha asumido y ha salido airosa. La pieza se las trae. La voz del narrador y la de sus protagonistas se suceden y se intrincan en este relato que cuenta los pormenores del delito que acabó con el reinado de los reyes en Roma y favoreció la fundación de la República. La lucha interna ...
Los 1855 versos de The rape of Lucrece, el desgarrador poema narrativo de Shakespeare que se inspira en Ovidio y en Tito Livio, aunque recortados y adaptados en lo que acaba por ser una narración poética que no pasa de la hora y cuarto, no dejan de ser todo un reto para cualquier intérprete. Núria Espert lo ha asumido y ha salido airosa. La pieza se las trae. La voz del narrador y la de sus protagonistas se suceden y se intrincan en este relato que cuenta los pormenores del delito que acabó con el reinado de los reyes en Roma y favoreció la fundación de la República. La lucha interna de Tarquino mientras se aproxima al lecho de Lucrecia: su deseo, su mala conciencia, su amenaza; los ruegos inútiles de Lucrecia y sus lamentaciones una vez violada; la espera de Lucrecia a que vuelva su marido Colatino; la revelación de la culpa de Tarquino a Colatino, y, finalmente, el suicidio de la casta heroína... La Espert pone su voz y su sentir en todas esas emociones, si bien al principio de la función -la segunda del montaje tras su estreno en Orense- le costó un poco dar con el tono de cada personaje. A medida que avanzó en el relato, sin embargo, iba metiéndose más y más en cada uno de ellos y consiguió ser el temible Tarquino a lomos de Lucrecia, la desvalida joven y el turbado poeta narrador. De un lado a otro, de la cama al suelo, la Espert demostró que sigue estando en forma.
Lástima de puesta en escena. Miquel del Arco sustituye la dedicatoria del bardo al conde de Southampton y el resumen en prosa previo que hace del argumento por una especie de sitcom que obliga a la Espert a aparecer en escena hablando por el móvil. En cuanto cuelga, empieza a repasar de carrerilla el texto, pero no se siente cómoda y acciona un mando a distancia: cambio de luces y entonces, sí, comienza el relato. Una introducción del todo gratuita y un tanto absurda si después, cuando acaba con Shakespeare, no vuelve a ella para darle sentido. Y gratuitos me parecen también los efectos sonoros que quieren apoyar las acciones que Espert describe y vive. Como si Shakespeare necesitara una banda sonora de teleserie para expresarse con fuerza; como si la Espert no pudiera ella sola, con sus tablas, ser el vehículo conductor de la tragedia.