Crítica:

Entre Don Quijote y Falstaff

Interpretar a un personaje archiconocido tiene un riesgo enorme. La imitación que de Edith Piaf hacía recientemente Elena Roger en el musical de Pam Gems era excelente, pero encorsetaba la expresividad natural de la joven cantante argentina. En cambio Marc Vilavella en Ojos verdes, espectáculo de bolsillo que ojalá encuentre teatro en Madrid, hace diana con su recreación libérrima de Miguel de Molina, sin intentar reproducir su voz ni sus gestos. Es mejor evocar con personalidad propia el tono vital de una estrella que intentar ser su doble en vano.

Sin embargo en ...

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Interpretar a un personaje archiconocido tiene un riesgo enorme. La imitación que de Edith Piaf hacía recientemente Elena Roger en el musical de Pam Gems era excelente, pero encorsetaba la expresividad natural de la joven cantante argentina. En cambio Marc Vilavella en Ojos verdes, espectáculo de bolsillo que ojalá encuentre teatro en Madrid, hace diana con su recreación libérrima de Miguel de Molina, sin intentar reproducir su voz ni sus gestos. Es mejor evocar con personalidad propia el tono vital de una estrella que intentar ser su doble en vano.

Sin embargo en Su seguro servidor, Orson Welles, José María Pou ha preferido mimetizar el físico y las maneras del director de Campanadas a medianoche pero, aunque durante un buen rato nos choque su impostación vocal, acaba consiguiendo que la tan deseada transubstanciación se produzca. Richard France, autor de este drama biográfico, imagina a Welles, ya anciano, rememorando en primera persona episodios significativos de su carrera, mientras presta su voz para anuncios de laxantes y comenta la grabación con el joven técnico de sonido del estudio, interpretado con crédito y energía por Jaime Ulled.

SU SEGURO SERVIDOR, ORSON WELLES

Autor: Richard France. Dirección: Esteve Riambau. Intérpretes: José María Pou y Jaime Ulled. Teatro Bellas Artes. Hasta el 14 de noviembre.

France podría haber resuelto su espectáculo con más nervio
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Si Su seguro servidor... interesa, es por su evocación justa de una figura apasionante y por la interpretación de Pou, redondeada en los momentos álgidos, cuando aparece el Welles colérico (que tan dolorosa marca dejó a alguno de sus colaboradores españoles) o cuando el cineasta nos cuenta con dolor de Quijote apaleado cómo se le fueron cerrando las puertas de las emisoras por haber utilizado su programa de radio en apasionada defensa de un negro a quien la policía dejó ciego de una paliza.

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Welles evoca, claro, La guerra de los mundos, pero también su carrera teatral, su Macbeth vudú interpretado por actores negros, ambientado en la corte haitiana del rey Henri Christophe, y la trágica suerte del crítico que puso ese montaje a caer de un burro. Entremedias, nos revela el significado íntimo de Rosebud, la palabra misteriosa dicha al morir por el protagonista de Ciudadano Kane, trasunto del magnate de la prensa William Randolph Hearst, que le tuvo a partir de entonces entre ceja y ceja.

France podría haber resuelto su espectáculo con más nervio de haber adelgazado las escenas entre protagonista y técnico, trufadas de grabaciones de anuncios, de llamadas para ver si Spielberg le financia lo que le queda por rodar de El Quijote, y de otras anécdotas de escaso calado. Su seguro servidor, Orson Welles entretiene durante hora y media y motiva a volver sobre una figura crucial en la historia del espectáculo.

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