Análisis:EL ACENTO

La quimera del oro

Un grupo empresarial con nombre de esmalte de uñas francés (Ex Oriente Lux) explota ya, con prudencia pero sin reticencias, el último gran invento comercial: las máquinas expendedoras de oro de 24 kilates Gold to Go. Mientras en los aledaños de la Puerta del Sol cohortes de voceadores con petos amarillos anuncian que compran oro "al mejor precio", cualquier ciudadano puede acercarse al hotel Palace, pulsar las teclas de la máquina de vending (así se llaman los artefactos que expelen tabaco, refrescos, sándwiches y desde ahora mismo, oro) y llevarse un lingote de un gramo, cinco gramos o...

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Un grupo empresarial con nombre de esmalte de uñas francés (Ex Oriente Lux) explota ya, con prudencia pero sin reticencias, el último gran invento comercial: las máquinas expendedoras de oro de 24 kilates Gold to Go. Mientras en los aledaños de la Puerta del Sol cohortes de voceadores con petos amarillos anuncian que compran oro "al mejor precio", cualquier ciudadano puede acercarse al hotel Palace, pulsar las teclas de la máquina de vending (así se llaman los artefactos que expelen tabaco, refrescos, sándwiches y desde ahora mismo, oro) y llevarse un lingote de un gramo, cinco gramos o 10 gramos. A diferencia

de las expositoras de tabaco, la caja del oro está blindada y no responde servilmente "su tabaco, gracias". Se limita a operar funciones complejas, que incluyen una modificación de precio del oro cada 10 minutos -el cacharro tiene un software conectado permanentemente con las Bolsas y los mercados del metal- y a observar, a través de una cámara de vídeo, que ningún aprovechado compra más de 1.500 euros en oro. Por cuestiones de blanqueo.

Por encima de los fatigosos detalles (que si hay 10 expendoras de oro en todo el mundo, que si registra 50 ventas al día, etcétera) sobrevuela la mutación del oro mítico en mercancía al alcance de todos los bolsillos. Por unos 40 euros, un gramo, ¿quién no se hará la ilusión de que puede permitírselo? Desde que aquella insigne economista llamada Lola Flores explicara a la humanidad que "el dinero no da la felicidad, pero calma los nervios" se conocen las propiedades sedantes del oro. Igual que el tabaco, calma la ansiedad; en este caso la provocada por la trepidación de los activos financieros. El oro, como el cachivache expendedor de Gold to Go, es un refugio blindado.

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Si se permite la parodia de Raymond Chandler, la crisis ha sacado el oro de Fort Knox y lo ha arrojado a los vestíbulos de los hoteles (de lujo, por ahora). Un alma traviesa puede comprar oro enfrente del Congreso y, si el precio es tan bueno como presumen, colocarlo entre los voceadores de la puerta del Sol. Ahora, a esperar que Hollywood ruede el primer atraco

a una vending de oro. Promete ser emocionante.

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