Análisis:

Desfile

Todo pasa. Algún día también el presidente Zapatero echará de menos los abucheos del desfile nacional. Y llegará el 12 de octubre y tendrá que abuchearse a solas, que es algo que a todos nos cuesta horrores. También el lector de este periódico tendrá que prepararse porque llegará un día en que Vargas Llosa no sea la foto de portada y eso va a ser complicado de asumir después de esta semanita. Como también habrá que hacerse a la idea de asomar por el café Gijón y que no esté Manolo Alexandre. Pase lo que pase, y esto es lo triste, los países seguirán siendo representados por una bandera y un de...

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Todo pasa. Algún día también el presidente Zapatero echará de menos los abucheos del desfile nacional. Y llegará el 12 de octubre y tendrá que abuchearse a solas, que es algo que a todos nos cuesta horrores. También el lector de este periódico tendrá que prepararse porque llegará un día en que Vargas Llosa no sea la foto de portada y eso va a ser complicado de asumir después de esta semanita. Como también habrá que hacerse a la idea de asomar por el café Gijón y que no esté Manolo Alexandre. Pase lo que pase, y esto es lo triste, los países seguirán siendo representados por una bandera y un desfile militar. Como mucho, ya que la retransmisión deportiva es el nuevo dogma de fe, aceptaremos el desfile de los deportistas olímpicos como el único otro momento posible de simbolismo patriótico. Y poco más.

Lo natural sería que el desfile fuera rotatorio entre ministerios. Tiene suerte Carme Chacón, porque puede dar a los suyos esa inyección de ego que es cortar la Castellana y ponerles a desfilar. No puede hacerlo el ministro de Fomento con sus constructores de infraestructuras marcando el paso. Ni siquiera el de Sanidad con doctores y enfermeras, muchos transferidos a las comunidades o en proceso de privatización. Sería estupendo que algún año el Ministerio de Educación pudiera sacar de paseo a sus profesores, catedráticos e interinos, verdaderos carros de combate de nuestro futuro. No tendría tanto éxito el Ministerio de Cultura, que presumiría de escritores, poetas, cineastas, músicos y artistas plásticos, pero ya no cuenta con animales de circo para dar color y puede que pronto los músicos gitanos y sus cabras reciban el mismo trato que en Francia. Hubiera sido un detalle que este año lo protagonizara el Ministerio de Trabajo, con sus más de cuatro millones de parados, en un desfile patriótico de fuerzas desarmadas.

Visto que la reina coreana de la autoayuda y los mensajes felices, Choi Yoon-he, se ha suicidado junto a su marido, los recursos clásicos como el abucheo, el desfile y la fiesta nacional se imponen como únicos euforizantes colectivos.

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