Cartas al director

Los mosquitos del Caribe

Leí con interés el artículo de Mario Vargas Llosa, titulado El señor del Caribe en el que glosa el libro Mosquito Empires, del profesor J. R. McNeill.

Me sorprende una afirmación, errónea, no sé si de Paquette o de Vargas Llosa sobre que en el sitio de La Habana por los ingleses, en 1762, "los sitiados consiguieron resistir hasta la llegada de la estación de las lluvias, con sus nubes de mosquitos, que en poco tiempo dieron cuenta de unos 10.000 sitiadores". Precisamente el libro dice absolutamente lo contrario. Por otra parte, es de general conocimiento que los ingleses t...

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Leí con interés el artículo de Mario Vargas Llosa, titulado El señor del Caribe en el que glosa el libro Mosquito Empires, del profesor J. R. McNeill.

Me sorprende una afirmación, errónea, no sé si de Paquette o de Vargas Llosa sobre que en el sitio de La Habana por los ingleses, en 1762, "los sitiados consiguieron resistir hasta la llegada de la estación de las lluvias, con sus nubes de mosquitos, que en poco tiempo dieron cuenta de unos 10.000 sitiadores". Precisamente el libro dice absolutamente lo contrario. Por otra parte, es de general conocimiento que los ingleses tomaron La Habana, capitulando Juan de Prado, el 14 de agosto y que esto condujo a un cambio capital en la geopolítica del Caribe, además de obtener un botín valorado en más de tres millones de libras (de la época) y un quinto de la flota española. La mortalidad por la fiebre amarilla entre las tropas inglesas ocurrió fundamentalmente y de forma espectacular, después de la toma de La Habana, tanto que George Keppel, conde Albemarle escribió: "Hemos enterrado más de 3.000 hombres después de la capitulación".

Si el tiempo no hubiese estado especialmente seco aquel año y las lluvias se hubiesen adelantado nada más que dos semanas, como era lo normal, la mortandad en las tropas inglesas sitiadoras les hubiese impedido la toma de La Habana como pasó con Cartagena de Indias en 1741. Prado fue juzgado en Madrid y condenado a muerte por no haber sabido defender La Cabaña, indultado después por el Rey. En cambio, Lezo y Eslava, los defensores de Cartagena, gracias al Aedes aegypti, vectores del virus de la fiebre amarilla, que llegó a tiempo esta vez, terminaron como héroes.

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