Días de diversión

Sobre 'antis' y 'contras'

Los aficionados se muestran seguros de que el verdadero peligro para la fiesta se halla en su interior

En plena efervescencia de la polémica por la prohibición de la lidia en Cataluña, los antitaurinos han cobrado fuerza. Si el sábado pasado apenas 200 personas protestaban contra las corridas delante del Museo Guggenheim, otras 14.000 pagaban una entrada en Vista Alegre.

Hasta ahora, se han servido de la pasividad de los aficionados, que nunca han querido entrar en polémicas, pero en los últimos meses ya se nota a algunos que comienzan a estar hartos de ser insultados cada vez que acuden a una plaza ante la pasividad de la autoridad. Probablemente, nadie entendería que cualquiera pueda l...

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En plena efervescencia de la polémica por la prohibición de la lidia en Cataluña, los antitaurinos han cobrado fuerza. Si el sábado pasado apenas 200 personas protestaban contra las corridas delante del Museo Guggenheim, otras 14.000 pagaban una entrada en Vista Alegre.

Hasta ahora, se han servido de la pasividad de los aficionados, que nunca han querido entrar en polémicas, pero en los últimos meses ya se nota a algunos que comienzan a estar hartos de ser insultados cada vez que acuden a una plaza ante la pasividad de la autoridad. Probablemente, nadie entendería que cualquiera pueda llamar impunemente "asesino" a quien salga de un bar, alegando un supuesto maltrato a los langostinos recién hervidos o al cerdo del que procedía el jamón.

Los 'contrataurinos' han convertido la fiesta en un negocio burdo y oscuro

Al margen de los antitaurinos, los aficionados se muestran muy conscientes de que el principal peligro de la fiesta radica en su interior, en organizar los festejos de una forma correcta y siendo fieles al reglamento, una legislación enfocada a defender al animal y a preservar su trato.

Son los que podríamos denominar contrataurinos, aquellos personajes que persiguen todo lo contrario de lo que gusta a los aficionados con la excusa de contentar al público en lugar de educarlo para que sean más aficionado. Si el taurino quiere el toro con trapío, ellos lo buscan terciado; ante un tercio de varas lucido, realizan el monopuyazo; frente al toreo puro, ejecutan todo al hilo del pitón y con ventajas, es decir, todo lo contrario a lo que le valora el aficionado.

Forman un amplio grupo de toreros, ganaderos, empresarios y periodistas que han convertido la fiesta en un negocio burdo y oscuro, que aborrece el amante de los toros.

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Todo un entramado de fraude que produce dinero y una fiesta de la que huyen los taurinos. Algo falla cuando el líder del escalafón -la clasificación del número de corridas que hace cada torero- no sabe lo que es triunfar en las tres plazas más importantes del mundo. ¿Entendería alguien que el futbolista más famoso solo quisiera jugar en Tercera División? Eso es que hay gato encerrado.

Por ello, los aficionados están desconectados de la mayoría de festejos que inundan España y se limitan a dar importancia a las plazas donde sale el toro íntegro, serio y donde los triunfos de los diestros tienen una exigencia digna de darles relevancia.

Esto solo se arregla con una campaña de promoción de la fiesta íntegra desde las instituciones, de igual forma que aconsejan a la población sobre los fraudes de otros espectáculos que gestionan.

Bilbao es uno de estos lugares donde no tiene lugar el fraude y donde la fiesta se celebra al máximo nivel. Por eso atrae aficionados de otros lugares.

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