Reportaje:SUDÁFRICA 2010 | España

Cesc, rebelde con causa

El centrocampista esperaba jugar en el debut y ahora apunta a titular ante Honduras

España perdió contra Suiza y Cesc Fábregas salió del vestuario el primero, con la mirada herida, propia del futbolista que no ha jugado un minuto el día que su equipo se ha dado un batacazo de cuidado. Cesc dejó claro que no es un cualquiera. The arquitect, como le conocen en el Arsenal, tiene alma de rebelde, una irreverencia que se le adivina viéndole tirar pases y desmarques. "Es normal que quiera jugar, ¿no?", dijo en Radio Marca por la mañana. "El fútbol es mi vida en un 90% y he trabajado ...

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España perdió contra Suiza y Cesc Fábregas salió del vestuario el primero, con la mirada herida, propia del futbolista que no ha jugado un minuto el día que su equipo se ha dado un batacazo de cuidado. Cesc dejó claro que no es un cualquiera. The arquitect, como le conocen en el Arsenal, tiene alma de rebelde, una irreverencia que se le adivina viéndole tirar pases y desmarques. "Es normal que quiera jugar, ¿no?", dijo en Radio Marca por la mañana. "El fútbol es mi vida en un 90% y he trabajado todo el año para estar aquí y jugar este Mundial", avisó; "no voy a quejarme. No juego tanto como me gustaría, pero es normal que el técnico elija a otros que son buenísimos y se merecen jugar tanto como yo". Y se explicó: "No voy a decir: 'Estoy enfadado y ahora paso de todo'. El cabreo lo voy a superar saliendo al entrenamiento y demostrando que cuando quieran, pueden contar conmigo".

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Cesc es de esos tipos que si es necesario se come 50 huevos duros. Así que dando por cierto que tiene un punto de empanado y de marmota, según la definición de Piqué, su mejor amigo, también es cierto que es vivo como pocos, orgulloso como ninguno y rebelde como nadie. Y tan competitivo que a la edad en la que Puyol debutó en la selección, él acumula 50 partidos. Lo relativiza: "Sí, son muchos, y estoy orgulloso, pero es cierto que muchos han sido solo 10 o 20 minutos. Para mí los que cuentan son los que empiezas y terminas". Son, en cualquier caso, suficientes para que le sentara mal que Del Bosque no le diera ni un minuto para arreglar el entuerto ante Suiza.

Pero Cesc no baja los brazos. Un tipo que a los 16 años decide dejar el club en el que siempre soñó jugar (Barça), a su familia, y largarse al Arsenal, no es un jugador cualquiera. Tiene algo. Luis Aragonés lo vio muy claro. Por eso le hizo debutar a los 18 años y con 19 se lo llevó al pasado Mundial de Alemania. "Con Luis era el jugador número 12, me lo demostró", conviene. Por algo lanzó el penalti definitivo contra Italia, camino de las semifinales de la Eurocopa de hace dos años; por eso dos días después, lesionado Villa, fue titular en la final. Por algo Fábregas era el jefe en el campo de una inolvidable hornada de futbolistas de La Masia, en la que Piqué echaba el cierre, Cesc decidía los tiempos y Messi... hacía de Messi. Y por algo manda ahora en el vestuario del Arsenal, con el brazalete de capitán.

Del Bosque busca seguir manteniendo el control en el centro del campo, pero que le agiten la coctelera. Por eso mira a Cesc, puro descaro, un revulsivo perfecto para un equipo que necesita un plus de verticalidad. Cesc siempre fue un rebelde con causa con pinta somnolienta, irreverente como pocos.

Cesc Fábregas durante el entrenamiento de ayer.

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