Cuatro entradas, 6.000 euros

Prolifera la oferta ilegal de localidades para la final de la 'Champions' - Los esfuerzos policiales no evitan la reventa

Estación de metro de Gran Vía. Una decena de italianos aguardan inquietos en la barandilla exterior. No quitan ojo al trajín de turistas y como un ave rapaz cuando localiza su presa se lanzan en picado en el momento que huelen el negocio. "¿Quieres entradas?", preguntan bruscamente en napolitano o en un inglés indescriptible. Se refieren a los billetes para la final de la Champions que hoy disputan en el Bernabéu el Inter y el Bayern. No suelen tener suerte, o de eso se quejan, pero los hay incautos a los que se les iluminan los ojos ante la proposición. Entonces, comienza la negociaci...

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Estación de metro de Gran Vía. Una decena de italianos aguardan inquietos en la barandilla exterior. No quitan ojo al trajín de turistas y como un ave rapaz cuando localiza su presa se lanzan en picado en el momento que huelen el negocio. "¿Quieres entradas?", preguntan bruscamente en napolitano o en un inglés indescriptible. Se refieren a los billetes para la final de la Champions que hoy disputan en el Bernabéu el Inter y el Bayern. No suelen tener suerte, o de eso se quejan, pero los hay incautos a los que se les iluminan los ojos ante la proposición. Entonces, comienza la negociación. "¿Cuánto?". El napolitano abre las palmas y enseña bien clarito los 10 dedos de su mano: 1.000 euros. "¡Uf!", le responden dos alemanes sentados en un banco frente al hotel Tryp Gran Vía. Dentro del establecimiento, el recepcionista cuenta cómo un hombre le acaba de ofrecer entradas para el partido de la Champions en el cuarto anfiteatro por 1.000 euros. "Desde ahí no se ve ni a los jugadores ¡es una barbaridad!", bromea.

La policía controla hoteles y zonas de fans para evitar el mercadeo
Las multas por la reventa de entradas oscilan entre 3.000 y 30.000 euros
Los seguidores de otros países aprovechan para hacer turismo
"Si la final hubiese sido en París no habría ido", asegura una italiana
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La policía municipal ha desplegado, junto a los delegados de la UEFA, un dispositivo especial para controlar la venta ilegal de entradas. Vigilan hoteles, las zonas habilitadas para los fans, las cercanías del estadio y las líneas de venta online. "Hoy, por ejemplo, hemos retirado cuatro entradas por las que pedían 6.000 euros", informan fuentes del Ayuntamiento."I need three final tickets" (necesito tres entradas para la final), se lee en el cartel que el joven Sören Wrede lleva pegado en su mochila. La aventura de este alemán para ver el partido comienza en Bonn, desde donde condujo una carvana, junto a su padre, hasta llegar a Holanda. Allí cogió un avión con destino a España. Recorrieron miles de kilómetros sin ninguna garantía de poder acceder al estadio. Ahora, duermen en una furgoneta de una amiga para ahorrar todo lo posible: "Necesitamos el dinero para comprar las entradas". Y allí, junto a ellos, está uno de los avispados napolitanos que ha viajado desde Italia solo para participar en el trapicheo, regateando una posible venta. Una vez más, no habrá suerte: padre e hijo no pueden gastarse más de 300 euros cada uno.

Para evitar el mercadeo, la Policía Municipal y los delegados de la UEFA controlan hoteles, cercanías del estadio, las zonas de fans y algunas líneas de venta on-line. La venta ilícita de entradas está recogida en la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas de la Comunidad de Madrid y se castiga con multas de 3.000 hasta 30.000 euros, dependiendo de la cantidad requisada o la reincidencia, según fuentes del Ayuntamiento. Sin embargo el negocio de la reventa es demasiado apetitoso como para pararse a pensar en las multas. Las ganancias son considerables.

"Tengo un montón de entradas, pero no se las voy a quitar a un cliente para dártelas a ti, aunque por 2.000 euros fijo que te consigo un par", asegura un español que anuncia en el periódico su intención de comprar entradas para la final. El precio oficial de cada localidad está entre los 90 y los 300 euros.

La policía solo denuncia a los que venden y no a los que compran, de ahí que algunos de los napolitanos, que al mediodía merodeaban por la zona del Santiago Bernabéu y que luego se desplazaron a la Gran Vía, portaran carteles en los que se leía: "Compro entradas". Dicen estar dispuestos a pagar 500 ó 600 euros y, por lo que pudo comprobar este periódico, las intentan revender por el doble, aunque ellos aseguran que "solo" sacan unos 200 euros por cada una. "No es nada fácil colocarlas", se quejan. Aunque sí lo es comprarlas: "Siempre hay alguien del grupo que falla, y sus amigos le venden la entrada o aficionados que compran de más para sacar dinero", detalla uno de ellos. Mañana, antes de que comience el partido toman un vuelo de vuelta a Nápoles. Su visita es solo un negocio, ni siquiera son tifosi del Inter.

Los que sí tienen entrada son los casi 43.000 hinchas que han comprado sus localidades a través de sus clubs -la UEFA ha puesto a disposición de cada equipo 21.476 entradas para su distribución- y que han viajado hasta la capital no solo para asistir a la final sino para hacer turismo. "Me gusta mucho el fútbol, pero también Madrid. Si el partido hubiese sido en París es probable que no hubiese ido", dice Monica Galloti que llevaba 20 años sin visitar España y ha aprovechado la afición de su hijo y su marido para hacerse la escapada. A su lado, un amigo para el que el fútbol sería la última motivación para viajar. Sergio Albertini ha seguido a sus colegas para "ir al Corte Inglés a comprar discos de Zarzuela. No vengo para otra cosa", bromea. A su pesar, otro amigo le advierte que tendrá que ver el partido en un bar.

Pocos seguidores pretenden pasar desapercibidos así que una marea de camisetas rojas y neroazzurri inundó ayer las terrazas de la calle Montera, la plaza Mayor, Sol y el metro. Benjamin Nist y Robin Gethost acaban de llegar de Múnich y con sus respectivas camisetas del Bayern pasean por la calle Mayor con una permanente sonrisa: "Es que hemos sido muy afortunados. Todo el mundo quería entradas y no sabemos cómo, pero las hemos conseguido". Benjamin hace una pausa, saca su bufanda rojiblanca y bromea con un seguidor del Inter que está siendo entrevistado ante una cámara de televisión. La mirada que recibe es asesina, pero no mina su buen humor. Al llegar a la plaza Mayor, se planta, vuelve a sacar su bufanda, da una vuelta sobre sí mismo dando saltitos y bromea: "busco a más de los nuestros".

A otros aficionados resultaba difícil despegarles de las terrazas y las tiendas de la zona del estadio. Filippo Giuffredi y Simone Babboni, de 25 años, en lugar de visitar el centro se dirigían a la zona que el Ayuntamiento ha habilitado para los aficionados del Inter en la plaza de Azca. Estaba desierta y la presencia de los antidisturbios les empujó definitivamente a alejarse del turismo futbolístico.

Durante la final, calificada por las fuerzas de seguridad como de "alto riesgo", es probable que no falten los conflictos. El Inter lleva 38 años sin ganar en Europa y sus seguidores, además de estar dispuestos de apoyar a su equipo hasta el final, aseguran no profesar ninguna simpatía por sus rivales. Aunque menos ariscos, los alemanes mantienen la misma línea.

Para garantizar la seguridad se ha desplegado la Operación Finca, con 2.000 agentes de la Policía Nacional participarán 2.000 agentes de la Policía Nacional, 500 municipales, 150 guardias civiles y numerosos efectivos de seguridad privada, Protección Civil, sanitarios y bomberos.. Planeada desde hace diez meses y que pretende "afianzar el crédito internacional de la seguridad en España".

Un hincha del Inter (izquierda) y del Bayern ayer en la Puerta del Sol.ÁLVARO GARCÍA

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