El fin de una inocencia
Hace tan sólo tres años, la argentina Lucía Puenzo debutaba en el largometraje con la arriesgada y compleja XXY, drama con hermafrodita en su centro que planteaba pertinentes preguntas sobre las líneas de demarcación de la siempre mal llamada normalidad. Hubo quien reprochó alguna puntual caída en el exceso -en particular, una secuencia de agresión sexual-, pero la cineasta manejaba su delicado material con singular habilidad y una apreciable intuición para pasar de la anécdota a la categoría: la incógnita de género acababa siendo la llave para abrir debates más allá del campo de batall...
Hace tan sólo tres años, la argentina Lucía Puenzo debutaba en el largometraje con la arriesgada y compleja XXY, drama con hermafrodita en su centro que planteaba pertinentes preguntas sobre las líneas de demarcación de la siempre mal llamada normalidad. Hubo quien reprochó alguna puntual caída en el exceso -en particular, una secuencia de agresión sexual-, pero la cineasta manejaba su delicado material con singular habilidad y una apreciable intuición para pasar de la anécdota a la categoría: la incógnita de género acababa siendo la llave para abrir debates más allá del campo de batalla de la identidad sexual. La también argentina Julia Solomonoff parece explorar un territorio parecido en su segundo largometraje, El último verano de la Boyita, pero las diferencias con la obra de Lucía Puenzo son más que remarcables. La buena, excelente noticia es que los dos trabajos resultan tan modélicos en el tratamiento de sus aristas como valiosos en sus contrastadas apuestas visuales.
EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA
Dirección: Julia Solomonoff.
Intérpretes: Guadalupe Alonso, Nicolás Treise, Mirella Pascual.
Género: drama. Argentina, 2009.
Duración: 93 minutos.
Solomonoff captura el sostenido hastío de las últimas vacaciones en la irrecuperable edad de la inocencia de Jorgelina -una extraordinaria Guadalupe Alonso-, niña exiliada del territorio de complicidades de sus hermanas mayores. El último verano de la Boyita es la crónica del fin de un mundo (o, por lo menos, de una percepción del mundo): el dilatado rito de clausura de una mirada ingenua para entrar en una percepción de lo complejo que la protagonista decidirá proteger como un tesoro privado.
Al gusto por lo simbólico de XXY, Solomonoff contrapone una caligrafía sensorial que, en ocasiones, opta por alejarse pudorosamente de sus personajes, emulando a través del estilo la medular generosidad de su creíble Jorgelina, tan incontaminada de prejuicio adulto.