Editorial:

Suerte en Nueva York

Sólo una infrecuente alianza entre suerte e incompetencia ha evitado una nueva matanza terrorista en Nueva York. El coche con una rudimentaria y potente bomba aparcado por Faisal Shahzad en el corazón de la urbe tenía el motor encendido y las luces de alerta destellando. Un vendedor ambulante avisó a un policía y la maquinaria que se puso en marcha permitió el arresto de su dueño dos días después, cuando se disponía a volar a Dubai. El sospechoso pudo abordar la aeronave pese a que su nombre figuraba desde horas antes en una lista negra gubernamental. Shahzad, universitario de origen paquistan...

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Sólo una infrecuente alianza entre suerte e incompetencia ha evitado una nueva matanza terrorista en Nueva York. El coche con una rudimentaria y potente bomba aparcado por Faisal Shahzad en el corazón de la urbe tenía el motor encendido y las luces de alerta destellando. Un vendedor ambulante avisó a un policía y la maquinaria que se puso en marcha permitió el arresto de su dueño dos días después, cuando se disponía a volar a Dubai. El sospechoso pudo abordar la aeronave pese a que su nombre figuraba desde horas antes en una lista negra gubernamental. Shahzad, universitario de origen paquistaní y familia de alcurnia, con nacionalidad estadounidense, ha declarado que actuó en solitario y había recibido entrenamiento en un santuario yihadista en Pakistán.

A falta de datos más cabales, el atentado frustrado de Times Square vuelve a poner sobre la mesa el inquietante fenómeno del terrorismo ejecutado por mensajeros no pertenecientes a redes profesionales. Un patrón que EE UU sufrió recientemente en Nochebuena, con el intento fallido de volar un avión que aterrizaba en Detroit a cargo de un estudiante nigeriano de buena familia. Estos dinamiteros ocasionales y aparentemente solitarios no brillan por su pericia, pero gozan de la invisibilidad que les otorga su camuflaje en la comunidad que habitan.

Tenga o no su autor relación estrecha con la internacional del terror islamista (Al Qaeda pretende estar detrás de la operación, en venganza por la muerte reciente de sus dos máximos jefes en Irak), el atentado frustrado de Nueva York coloca en lo alto de la agenda de Barack Obama el tema de la seguridad interna. Su explotación por la oposición republicana puede resultar muy rentable ante las legislativas de noviembre, porque, a la postre, lo que ha evitado un cementerio en Times Square ha sido la chapucería unida a la colaboración ciudadana, no la capacidad del Gobierno para prevenirlo.

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