AL CIERRE

Tacticismos y política

En una época como la actual, en la que las decisiones que tomar aparecen rodeadas de complejidades sin fin y cuando cualquier toma de posición es pensada y meditada desde una lógica muy inmediata, la política institucional cae frecuentemente en tacticismos que parecen excesivos. Estos días hemos asistido a choques significativos entre quienes ponen por delante coherencias personales y valores poco negociables, y quienes todo lo ven en clave de "qui dia passa any empeny".

Es bastante evidente que la política, en su sentido más institucional y partidista, tiene unos códigos muy establecid...

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En una época como la actual, en la que las decisiones que tomar aparecen rodeadas de complejidades sin fin y cuando cualquier toma de posición es pensada y meditada desde una lógica muy inmediata, la política institucional cae frecuentemente en tacticismos que parecen excesivos. Estos días hemos asistido a choques significativos entre quienes ponen por delante coherencias personales y valores poco negociables, y quienes todo lo ven en clave de "qui dia passa any empeny".

Es bastante evidente que la política, en su sentido más institucional y partidista, tiene unos códigos muy establecidos, que enfatizan la idea de acuerdo, de negociación, de intercambio de favores o de acuerdos, por encima de la consistencia entre valores y conductas, o el mantenimiento de posiciones éticas que siempre son vistas, desde la lógica mencionada, como sinónimo de rigidez o son catalogadas de "drásticas".

Recuperando principios combatiremos el escepticismo

Las posiciones defendidas por los fiscales ya jubilados Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena con relación al caso Garzón han estado, en general, bien recibidas por buena parte de la ciudadanía, que ha valorado su franqueza, el no tener pelos en la lengua y que hablaran sin tapujos de temas que muchas veces quedan cubiertos por toneladas de matices y subterfugios.

Detrás de la dimisión temprana de la concejal de Ciutat Vella, Itziar González Virós, algunos han visto que, al lado de las opciones personales que pueden existir y que son perfectamente defendibles, ha habido un cierto choque de trenes entre formas de actuar directas, radicales (por su vinculación con la raíz de los problemas) y dotadas de sentido estratégico sobre cómo entender el futuro del distrito, y aquellos más dispuestos a pactar "planes de usos" u otras opciones que permitan acomodar intereses y presiones. Intereses y presiones, también legítimas, que llegan cada día a los despachos institucionales y de los partidos.

La pregunta que a uno se le ocurre es: ¿hasta dónde puede llegar el tacticismo?, ¿no convendría que recuperáramos más principios si queremos combatir el escepticismo ciudadano ante una forma de hacer política que acaba indiferenciando a unos y otros?

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