Análisis:

Aquel curso del 64

Encontré hace unos años revisando papeles antiguos una revista estudiantil del curso 1964-65 del Instituto Ribalta. La nostalgia me hizo ojearla, debió parecerme valiosa pensé, al ver que había guardado tres ejemplares. Entre la textura frágil y amarilla, con esa tinta de multicopista entre azul y morada, pude leer mi primer artículo "¿De quién es la empresa?" Sentí un vértigo por la juvenil inocencia y temeridad. ¿Cómo podía escribir eso? Recordé el origen del escrito, una recensión del libro homónimo de G. Rovirosa que había leído en el grupo de formación de HOAC que nucleaba Jesús Camino. E...

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Encontré hace unos años revisando papeles antiguos una revista estudiantil del curso 1964-65 del Instituto Ribalta. La nostalgia me hizo ojearla, debió parecerme valiosa pensé, al ver que había guardado tres ejemplares. Entre la textura frágil y amarilla, con esa tinta de multicopista entre azul y morada, pude leer mi primer artículo "¿De quién es la empresa?" Sentí un vértigo por la juvenil inocencia y temeridad. ¿Cómo podía escribir eso? Recordé el origen del escrito, una recensión del libro homónimo de G. Rovirosa que había leído en el grupo de formación de HOAC que nucleaba Jesús Camino. Ese curso, los domingos a media mañana, en casa de Jesús, unos cuantos estudiantes quinceañeros, Antonio Tirado, J. María Rallo, entre otros, abríamos los ojos a ideas y preocupaciones distintas.

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Un día nos tenía reservada una sorpresa, debíamos quedar a las 7 de la mañana en las afueras de la ciudad, para ayudar a construir la nueva casa a un inmigrante. (El lee y divulga que lo que nos había inculcado debía completarse con el ora et labora). Aquel domingo del 64 nuestros ojos descubrían una nueva realidad de Castelló. Estaba creciendo el que sería el Grupo de San Agustín, un nuevo asentamiento como solución a la gran migración de los 60. Aquella casa no era la única que iba creciendo, varias cuadrillas levantaban otras en nuestro entorno. Las paredes exteriores de la nuestra ya tenían un metro de altura, nos asignaron unos picos y palas para, en un rincón del pequeño solar, cavar la tierra para construir una cisterna. Esa fue nuestra aportación.

Quién iba a imaginar que aquel sentimiento interno y aquella nueva mirada, que nacían con San Agustín y San Marcos, iba a poder plasmarse, para transformar la realidad urbanística de más de 70 grupos periféricos, en la recobrada democracia municipal. En las dos primeras legislaturas, con Antonio Tirado de alcalde y un Villamarín atento permanentemente a la dotación de servicios públicos y a la construcción de colectores generales, no sólo se legalizaron los asentamientos, también se dignificaron unos trozos de ciudad olvidados, entre ellos San Agustín y San Marcos, consiguiendo mejoras notables en urbanización y en dotaciones educativas y sociales. En la tercera legislatura, tuve oportunidad, como alcalde de la ciudad, de dedicar más atención a los núcleos urbanos dispersos y conseguir en ellos Centros de Salud y pequeños centros sociales o culturales, tener espacios libres y propiciar su real integración en el continuo urbano, ubicando dotaciones singulares, como la Ciudad del Transporte, polideportivos, y sobre todo la Universidad Jaume I, que rebasándoles, eliminaban fronteras reales o invisibles.

Estuve muchas veces como alcalde en San Agustín y San Marcos pero un cierto pudor me impidió visitar aquella casa. No desisto en cambio de hacerlo en un futuro. Será emotivo pedir un vaso de agua de la cisterna y soñar, evocando los sesenta.

Daniel Gozalbo Bellés fue alcalde de Castelló de la Plana en el periodo 1987-91

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