Los blancos hacen de 'manteros'

Manifestación en la calle de Preciados para pedir que sea legal el 'top-manta'

Por un día los blancos eran negros, acuclillados en la calle de Preciados ante una manta llena de discos. Con este acto, ayer un centenar de personas pertenecientes a asociaciones de apoyo a los inmigrantes reclamaban una reforma del Código Penal para que los vendedores de copias piratas de materiales audiovisuales y productos de marca no vayan a la cárcel.

Todos se reunieron bajo el lema Sobrevivir no es un delito. Los blancos vendían discos, camisetas y chapas de apoyo a la causa. Mientras, auténticos manteros senegaleses, malíes, bengalíes... sostenían carteles reivindi...

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Por un día los blancos eran negros, acuclillados en la calle de Preciados ante una manta llena de discos. Con este acto, ayer un centenar de personas pertenecientes a asociaciones de apoyo a los inmigrantes reclamaban una reforma del Código Penal para que los vendedores de copias piratas de materiales audiovisuales y productos de marca no vayan a la cárcel.

Todos se reunieron bajo el lema Sobrevivir no es un delito. Los blancos vendían discos, camisetas y chapas de apoyo a la causa. Mientras, auténticos manteros senegaleses, malíes, bengalíes... sostenían carteles reivindicativos. Para completar la inversión de papeles, a los manteros les habría tocado comprar los discos, pero con los 10 euros que ganan al día, tenían difícil darse el lujo. Enfrente, la policía vigilaba la manifestación. Para corroborar que la representación era sólo una representación, ningún agente intentó retirar una manta y llevarse por el brazo a su propietario.

"Sufrimos mucho en la calle", explicaba Omar, senegalés de 30 años. Vitoreaba cada una de sus palabras un coro de africanos: "No es justo". Continúa Omar: "Si la policía me coge, al calabozo, y después a los juzgados". Luego explica su periplo judicial por vender unos discos piratas que le aportan entre 10 y 15 euros los días buenos; nada, los malos. "La primera vez me pidieron 1.200 euros de multa, cárcel y una expulsión de seis meses. Esta última me han dicho que son cinco años de expulsión".

Musa no habla español, y desde la última vez que le detuvieron ha dejado de salir con su manta. "Vivimos cuatro amigos en una casa, y somos africanos, así que nos mantenemos unos a otros", cuenta. "No es un negocio fácil: ahorro un poco, unos 30 euros, y con eso compro un puñado de discos a los que los copian. Luego los vendo". Pesa sobre él una multa de 700 euros, el equivalente a dos meses de trabajo sobre su manta.

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