Reportaje:

Del terror al cambio en una década sin Buesa

El asesinato del dirigente socialista abrió la campaña más cruenta de ETA para eliminar a políticos no nacionalistas

"Para todos nosotros ésta ha sido una década que comenzó con un gran dolor y que finaliza con una gran esperanza". Con esta frase sobria, referida tanto a lo personal como a lo político, resumía a EL PAÍS el pasado viernes Natividad Rodríguez, viuda de Fernando Buesa y presidenta de la Fundación que lleva su nombre, los diez años transcurridos desde el asesinato de su marido junto a su escolta de la Ertzaintza a manos de ETA. Mañana se cumple una década del crimen.

La década incluye, entre los 57 asesinatos cometidos por la banda, 41 contra políticos socialistas, populares y de U...

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"Para todos nosotros ésta ha sido una década que comenzó con un gran dolor y que finaliza con una gran esperanza". Con esta frase sobria, referida tanto a lo personal como a lo político, resumía a EL PAÍS el pasado viernes Natividad Rodríguez, viuda de Fernando Buesa y presidenta de la Fundación que lleva su nombre, los diez años transcurridos desde el asesinato de su marido junto a su escolta de la Ertzaintza a manos de ETA. Mañana se cumple una década del crimen.

La década incluye, entre los 57 asesinatos cometidos por la banda, 41 contra políticos socialistas, populares y de UPN. En Euskadi y Navarra, y en el resto de España, la estrategia y la información acumulada por la banda durante la tregua de Lizarra en 1999 convirtieron los tres años siguientes en un acoso sin cuartel y un reguero de tragedias. Se añadieron a las de Enrique Casas en 1984, cuyo asesinato por los Comandos Autónomos censuró ETA; Enrique Múgica en 1996; el popular Gregorio Ordóñez, un año antes, o el también edil del PP Miguel Ángel Blanco en 1997.

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La ofensiva de ETA continuó sin pausa hasta 2003, cuando concluyó con los asesinatos de Joseba Pagazaurtunda y el concejal socialista de Orio Juan Priede. Las candidaturas para las elecciones municipales de ese año resultaron especialmente penosas de completar. En medio, los socialistas sufrieron sucesivas sacudidas, a intervalos de cinco meses, con las muertes de Juan Maria Jáuregui, Ernest Lluch y Froilán Elespe. A ello se suman los frustrados intentos contra el concejal de Ordizia Iñaki Dubrueil, que costó la vida a dos trabajadores; el entonces dirigente de las Juventudes Socialistas Eduardo Madina; José Ramón Recalde, ex consejero de Educación, como Buesa, del Gobierno de Ardanza; la concejal de Portugalete Esther Cabezudo.

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Y hace dos años se supo que ETA planeó en 2004 secuestrar al concejal de Eibar Benjamín Atutxa en un plan similar al que acabó con la vida de Blanco. La lista de los socialistas asesinados se cierra en 2008 con Isaías Carrasco, ex concejal en Mondragón.

A ello se suma el acoso a las sedes socialistas, desde pequeños incendios a voladuras en toda regla. Una de éstas, la de la Casa del Pueblo de Lazkao, dejó ver por primera vez no ya el miedo, sino la ira contenida durante mucho tiempo, en la imagen de Emilio Gutiérrez, hijo de un ex concejal socialista y cuyo domicilio quedó destrozado. En respuesta, aporreó maza en mano la herriko taberna del pueblo.

El PP perdió en esos años a sus concejales de Durango y Zumarraga Jesús María Pedrosa y Manuel Indiano, respectivamente, junto a otros tres ediles fuera de Euskadi y su presidente en Aragón, Manuel Jiménez Abad. Con el resto de colectivos amenazados, el coste para las arcas públias de la protección personal supera sólo en Euskadi los mil millones de euros desde 2000.

Muchas cosas han cambiado en esta década y, entre ellas, la que el miércoles pasado comentaban los más cercanos a Buesa: el signo del liderazgo y del Gobierno, por primera vez en manos socialistas. En las últimas autonómicas a las que Buesa pudo presentarse, las de 1998, el PSE quedó en cuarto lugar, tras el PNV, el PP y EH y obtuvo sólo 14 escaños, los mismos que los radicales. Hoy éstos no se sientan ya en el Parlamento, el PSE es el segundo partido y ha doblado casi su representación hasta 25 escaños.

La compañera de partido que le relevó en la Cámara, Pilar Unzalu, es hoy consejera de Medio Ambiente. Isabel Celaá, viceconsejera de Educación con Buesa, dirige hoy ese mismo departamento. Y su entonces par como secretario general en Vizcaya, Patxi López, es lehendakari.

Celaá ve "un hilo conductor" desde Buesa a la actualidad en "la filosofía del acuerdo entre distintos como guía de actuación". "Buesa, tildado de enemigo del euskera, lo extendió a la escuela pública, en lo que fue uno de los ejes del pacto escolar, junto con la confluencia de las ikastolas y la seguridad jurídica y económica que les dio", reivindica en declaraciones a EL PAÍS. "Somos de la misma escuela; es también mi forma de entender las cosas", enlaza con el presente.

Por eso Buesa fue un implacable detractor del giro soberanista del PNV desde 1998. "Es un error", dejó dicho en el Parlamento, "pretender que una estrategia acordada exclusivamente entre nacionalistas llevará al desistimiento a ETA". Tres días antes de morir, participó en San Sebastián en la primera gran manifestación de plataformas cívicas contra ETA, sin presencia nacionalista. Aquella ausencia fue un avance de lo que vendría y de la brecha que se abriría toda la década respecto a un PNV sostenido en el Gobierno y en sus planes soberanistas por los votos de la izquierda abertzale. Los mismos que justificaban en la existencia de un "conflicto político" el asesinato de sus adversarios no nacionalistas.

El episodio más crudo fue la manifestación de repulsa por su asesinato, celebrada cuatro días después en Vitoria, con la mitad de los asistentes en un primer bloque vitoreando a Ibarretxe y la otra mitad, encabezada por la familia, relegada atrás, hasta el punto de que el lehendakari ni siquiera esperó a su llegada.

"Es hora de construir espacios en los que quepamos todos, excepto quienes no renuncian a la violencia, de dedicar el esfuerzo a proyectos políticos integradores, aceptando de una vez la realidad plural de la sociedad vasca", pide serena hoy Natividad Rodríguez.

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