Columna

El PP y el centro del mundo

El lunes, durante la fallida regata que abría la 33ª Copa del América, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se mostró feliz por la extraordinaria cobertura que los medios de comunicación están prestando al evento. En su habitual ferocidad municipal se hinchó como un spinnaker y enumeró hasta 30 cadenas "de todo el mundo" realizando conexiones en directo. Incluso presumió de que otras 400 habían solicitado servicios de noticias. ¿Cuánto vale ser el centro de atención mundial?, asestó, dando por más que amortizada la operación. Todas las operaciones de los grandes eventos. Porque de es...

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El lunes, durante la fallida regata que abría la 33ª Copa del América, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se mostró feliz por la extraordinaria cobertura que los medios de comunicación están prestando al evento. En su habitual ferocidad municipal se hinchó como un spinnaker y enumeró hasta 30 cadenas "de todo el mundo" realizando conexiones en directo. Incluso presumió de que otras 400 habían solicitado servicios de noticias. ¿Cuánto vale ser el centro de atención mundial?, asestó, dando por más que amortizada la operación. Todas las operaciones de los grandes eventos. Porque de eso se trataba. De que la "atención mundial" se fijara en Valencia. Y ya está. Como si la rentabilidad fuese una consecuencia natural de esa premisa. El Ayuntamiento de Valencia y el Consell no fueron capaces de elaborar un propósito estratégico para aprovechar esa supuesta visibilidad en 2007, cuando la Copa del América fue un acontecimiento en serio (en duración y participación) y con un flujo ininterrumpido de empresarios de la solvencia inherente a esta competición elitista. Entonces, como ahora, sólo se trataba de que nos vieran y no de, una vez identificados, le mostráramos qué podíamos ofrecer a ese mundo que según la visión precopernicana de Barberá gira a nuestro alrededor. Ayer un grupo de empresarios suizos vinculados al Alinghi mantuvo un encuentro con patronos valencianos con un proyecto al que hace tres años hicieron despectivos mohines porque flameaban (y de qué modo) en la apoteosis del Portland. Entonces se le pudo sacar partido a la idea, pero estaba de más. Éramos el centro de atención y con eso bastaba. La crisis ha derribado el hieratismo empresarial valenciano, aunque seguramente no sus fundamentos. Y también parece que ha erosionado la impermeabilidad del Consell que, falto de iniciativas, ha abrazado enseguida la idea de promover un enclave de alta tecnología como proponen los suizos. Aunque cabe poner en cuarentena si será así o sólo se trata de una foto (otra) para que otros la miren, siguiendo la estructura del método que ha sustentado al PP en todos estos años. Porque ése es el drama de un partido que en las principales instituciones de la Comunidad Valenciana ha estado más pendiente de la imagen que transmitía que de lo que estaba haciendo. Lo principal era la propaganda ("el centro de atención mundial"). Mientras tanto, esa despreocupación por lo que había que hacer crea otros efectos publicitarios perniciosos para la Comunidad Valenciana, como son los casos de Llíber o Montroi, de cuyos estafados, en su mayoría ingleses o alemanes, dan cuenta a diario los medios de comunicación de sus respectivos países amplificando la desconfianza respecto a las inversiones inmobiliarias en nuestro territorio. ¿Cuánto vale dejar de ser el centro de atención mundial de la estafa? ¿Dónde estaba el Consell? ¿Y la oposición?

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