Crítica:TEATRO

El humor de un tal Jardiel

Al remontar una parodia como Angelina o el honor de un brigadier cuando el tiempo ha puesto 75 años más de por medio respecto de lo parodiado se corre el riesgo de que las polillas acudan a la luz de las linternas que los actores encienden durante el prólogo, poco acertado. El caso es que, conforme el espectáculo avanza, el verso burlesco de Jardiel se va abriendo paso, arropado por luz de candilejas, escenografías corpóreas simuladas sobre telones planos, pantomimas felices y un surtido de guiños de época que Juan Carlos Pérez de la Fuente coloca con tino.

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Al remontar una parodia como Angelina o el honor de un brigadier cuando el tiempo ha puesto 75 años más de por medio respecto de lo parodiado se corre el riesgo de que las polillas acudan a la luz de las linternas que los actores encienden durante el prólogo, poco acertado. El caso es que, conforme el espectáculo avanza, el verso burlesco de Jardiel se va abriendo paso, arropado por luz de candilejas, escenografías corpóreas simuladas sobre telones planos, pantomimas felices y un surtido de guiños de época que Juan Carlos Pérez de la Fuente coloca con tino.

Si les gusta el humor jardielesco, lo encontrarán bien servido, especialmente en el duelo artístico y a pistola entre un Jacobo Dicenta sembrado y un Chete Lera que manda en el escenario sin imponerse a nadie. Luis Perezagua, gran actor de carácter, también está en el estilo justo, y la joven Carolina Lapausa le arranca paulatinamente momentos de brillante ingenuidad a su papel estelar.

ANGELINA O EL HONOR DE UN BRIGADIER

De Jardiel Poncela. Dirección: J. C. Pérez de la Fuente. Teatros del Canal. Hasta el 17 de enero.

Angelina es un patchwork de alusiones al Tenorio, al teatro decimonónico, al acervo popular (una habanera, un verso de un pasodoble célebre...) e incluso al final de Divinas palabras, cuando el capellán, soltando un latinajo ininteligible, cambia el curso de los acontecimientos. Su desenlace inopinado es el reverso exacto del de Los cuernos de don Friolera. Pérez de la Fuente plantea un montaje en consonancia, estilizado y rebosante de citas, conscientes o no: la escena final con el velocípedo gigante a todo tren evoca los montajes con actores y máquinas de Salvador Távora, acompasados como aquí por una banda de cornetas y tambores.

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