Crítica:

El lugar de la tradición

En los buenos tiempos de los cines de repertorio en nuestro país, una sesión doble solía contener algo más que dos películas: también tenía un argumento secreto, desvelaba una afinidad camuflada entre obras diversas, permitía al programador ejercitar su ingenio y una feliz vena creativa. La coincidencia en las salas de Mudanzas, última obra de Pere Portabella en formato cortometraje, y Singularidades de una chica rubia, la película con la que el veterano Manoel de Oliveira celebra su centenario, conforma un programa que parece recuperar algo de ese espíritu del añorado programa d...

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En los buenos tiempos de los cines de repertorio en nuestro país, una sesión doble solía contener algo más que dos películas: también tenía un argumento secreto, desvelaba una afinidad camuflada entre obras diversas, permitía al programador ejercitar su ingenio y una feliz vena creativa. La coincidencia en las salas de Mudanzas, última obra de Pere Portabella en formato cortometraje, y Singularidades de una chica rubia, la película con la que el veterano Manoel de Oliveira celebra su centenario, conforma un programa que parece recuperar algo de ese espíritu del añorado programa doble de repertorio: los dos trabajos parecen invitar a una reflexión sobre el sentido de la cultura y sus respectivos discursos ilustran contrastadas maneras de negociar con el legado de la tradición.

SINGULARIDADES DE UNA CHICA RUBIA

Dirección: Manoel de Oliveira.

Intérpretes: Ricardo Trepa, Catarina Wallenstein, Diogo Dória, Julia Buisel, Luis Miguel Cintra.

Género: drama.

Portugal, España, Francia, 2009.

Duración: 63 minutos.

MUDANZAS

Dirección: Pere Portabella.

Cortometraje. España, 2009.

Duración: 20 minutos.

Oliveira opone una mirada socarrona a su estólida gramática visual

Pariente directa de El silencio antes de Bach (2007), Mudanzas es el testimonio de una acción conceptual desarrollada por Portabella en la Huerta de San Vicente, casa-museo de la familia García Lorca: el cineasta vacía el entorno, recorre con su cámara sus espacios espectrales y acaba mostrando a los muebles y objetos entre paréntesis, en un almacén, envueltos en plástico. En Singularidades..., Oliveira sitúa en entornos contemporáneos a los personajes de un relato de Eça de Queiroz, donde la pasión emerge y muere al dictado de una ética decimonónica. El director parece contrarrestar con mirada levemente socarrona su estólida gramática visual y su hierática dirección de actores: en una secuencia, aparece una vitrina con figuras inspiradas en personajes de Queiroz, pero lo que flota en el aire es que es el propio Oliveira quien vive instalado en su propia vitrina, como tótem de sí mismo.

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