Columna

Asimétrica predisposición electoral

Los últimos sondeos sobre intención de voto indican que derecha e izquierda encaran el último año de la legislatura autonómica con un muy desigual grado de movilización de sus respectivos electores. La derecha está muy movilizada, casi como si las elecciones fueran inminentes y, en cambio, la izquierda aparece alejada de la movilización necesaria para ganar. Si se mantuvieran estos estados de ánimo, la derecha ganaría las próximas elecciones al Parlament.

El barómetro electoral de otoño del Centro de Estudios de Opinión (CEO) señalaba hace unas semanas que mientras el 83,1% de los votan...

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Los últimos sondeos sobre intención de voto indican que derecha e izquierda encaran el último año de la legislatura autonómica con un muy desigual grado de movilización de sus respectivos electores. La derecha está muy movilizada, casi como si las elecciones fueran inminentes y, en cambio, la izquierda aparece alejada de la movilización necesaria para ganar. Si se mantuvieran estos estados de ánimo, la derecha ganaría las próximas elecciones al Parlament.

El barómetro electoral de otoño del Centro de Estudios de Opinión (CEO) señalaba hace unas semanas que mientras el 83,1% de los votantes que optaron por CiU en 2006 están dispuestos a volver a hacerlo, en el caso del PSC el porcentaje de los electores que le votaron hace tres años y ahora volverían a hacerlo se sitúa en el 64,7%, bastante por debajo del nivel de sus rivales de CiU. Los votantes del PP están en niveles de movilización parejos a los de CiU, el 78,2%, mientras que los de ERC e ICV se hallan todavía más bajos que los del PSC, en el 51,4% y el 56,8%, respectivamente.

Reagrupament puede que recorte votos y escaños a Esquerra, pero también puede ocurrir que se los lleve del ámbito de CiU

La izquierda aparece desmotivada, apática. Los datos del barómetro del CEO sobre este particular coinciden en líneas generales con los aportados por las dos últimas encuestas sobre intención de voto publicadas por dos diarios catalanes hace unas semanas. Animan a la derecha e inquietan a la izquierda, pero no son irreversibles. Una situación muy parecida a esta se dio en el verano de 2006, en vísperas de las últimas elecciones autonómicas. También entonces el electorado de las derechas estaba mucho más movilizado que el de las izquierdas, que aparecía más bien desorientado por las turbulencias del último tramo del debate del nuevo Estatuto de Autonomía. Pero cuando llegó el día de las elecciones, la izquierda renovó la mayoría parlamentaria y pudo formar el gobierno de cuya constitución se conmemora hoy el tercer aniversario. Sin embargo, en conjunto, el PSC, Esquerra e Iniciativa Verds perdieron ocho diputados respecto a los que habían sumado en 2003 y vieron como se reducía a cinco escaños una ventaja sobre la oposición que había sido de 13 durante la presidencia de Pasqual Maragall.

A la alianza de las izquierdas le ha ocurrido en estos seis años de responsabilidad gubernamental en Cataluña algo que a CiU no le pasó nunca en dos décadas largas: que su base electoral sea recortada no sólo por el desgaste de la responsabilidad de gobernar, sino a base de operaciones políticas orientadas a debilitar sus partidos y a escisiones. En un mapa sociopolítico que muestra una apreciable tendencia a la estabilidad, ésta no es una diferencia baladí, pues la mayoría depende de muy pocos escaños.

Los ejecutivos de Jordi Pujol acusaron más o menos desgaste por el ejercicio del poder, pero su suave tendencia electoral a la baja de los últimos años nunca se debió a rupturas en la coalición nacionalista o a operaciones que erosionasen orgánicamente a CiU o persiguieran dar un bocado a su electorado. Para la izquierda ha sido distinto. En la primera legislatura, fue el nacimiento de Ciutadans, que buscó sus apoyos sociales y electorales en los caladeros de los socialistas y fue alentado por medios de comunicación de Madrid afines al PP. Y que fue lanzado por una plataforma repleta de líderes de opinión que se declaraban decepcionados por Pasqual Maragall. En la presente legislatura ha sido el desgajamiento de una rama de Esquerra Republicana (ERC), el Reagrupament.

En el caso de Ciutadans era un recorte de la amplia y heterogénea base social y electoral de la izquierda por el flanco del nacionalismo español. En el caso de Reagrupament es todo lo contrario, una fuga por el flanco del independentismo protagonizada por un segmento que concibe la realidad catalana en términos de irredentismo nacionalista.

Los estudios poselectorales mostraron, sin embargo, que los votantes de Ciutadans en 2006 procedían en dos tercios del ámbito del PP y en un tercio del socialista, aproximadamente. Está por ver qué puede pasar si, como todo indica, el Reagrupament de Joan Carretero concurre a las próximas elecciones autonómicas con una candidatura medianamente potente. Es probable que recorte votos y escaños a Esquerra, pero también puede ocurrir que se los lleve del ámbito de CiU y que sea en un proporción que ahora es imprevisible.

El único dato nuevo desde que los sondeos mostraron la asimétrica movilización del electorado es que la alarma ante los indicios que provienen del Tribunal Constitucional han calentado de súbito el clima político catalán. Queda un año.

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