Cartas al director

Balance industrial

Es muy propio en el ocaso de la industria sufrir abandono, hasta el punto de caerse a pedazos. A nadie enriquece desmantelar una fábrica obsoleta.

En donde vivo aún pervive una de esas viejas latas, demacrada, arrugada y oxidada; propia de la casa de los horrores.

Ahora que se desarman sus silos, adquieren por fin la forma definitiva de ese cigarro que se machaca contra el cenicero, idéntico aspecto, el mismo hedor.

Ya nada queda de ese brillo del progreso y de sus notables puestos de trabajo, tan solo como balance los lodos de una ría irrecuperable y su recuerdo apestando...

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Es muy propio en el ocaso de la industria sufrir abandono, hasta el punto de caerse a pedazos. A nadie enriquece desmantelar una fábrica obsoleta.

En donde vivo aún pervive una de esas viejas latas, demacrada, arrugada y oxidada; propia de la casa de los horrores.

Ahora que se desarman sus silos, adquieren por fin la forma definitiva de ese cigarro que se machaca contra el cenicero, idéntico aspecto, el mismo hedor.

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Ya nada queda de ese brillo del progreso y de sus notables puestos de trabajo, tan solo como balance los lodos de una ría irrecuperable y su recuerdo apestando en el aire.

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