Reportaje:LA JEFA DE TODO ESTO | Beatriz Cabrera, directora del Registro de la Asamblea

"Esto es como la funeraria"

Siete funcionarios bregan con la burocracia que rodea la actividad parlamentaria

Cuando Beatriz Cabrera, de 53 años, llegó hace 25 a su destino como funcionaria del Registro de la Asamblea de Madrid -entonces un recién estrenado parlamento-, sólo había un libro que servía para anotar a mano los cuatro papeles que llegaban. Acababa de aprobar la oposición, y no tenía formación para lo que se le avecinaba: "Lloraba y lloraba porque yo tenía la imagen del funcionario de registro con manguitos y visera".

Pero el disgusto le duró tres días. Y así, sin saber, la hoy flamante jefa del Registro del parlamento autonómico fue montando un servicio que ahora da empleo a siete f...

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Cuando Beatriz Cabrera, de 53 años, llegó hace 25 a su destino como funcionaria del Registro de la Asamblea de Madrid -entonces un recién estrenado parlamento-, sólo había un libro que servía para anotar a mano los cuatro papeles que llegaban. Acababa de aprobar la oposición, y no tenía formación para lo que se le avecinaba: "Lloraba y lloraba porque yo tenía la imagen del funcionario de registro con manguitos y visera".

Pero el disgusto le duró tres días. Y así, sin saber, la hoy flamante jefa del Registro del parlamento autonómico fue montando un servicio que ahora da empleo a siete funcionarios, supervisa y da vía libre a un innumerable volumen de documentos -un diputado celoso de su trabajo puede llegar a presentar 6.000 iniciativas en un año-, vigila que se cumplan los plazos para presentar proyectos no de ley, enmiendas a los textos legales, preguntas al Gobierno regional y cualquier otro paso de la enorme burocracia que rodea a un parlamento.

Un diputado celoso puede llegar a presentar 6.000 iniciativas al año
"Funcionamos al ritmo de la actividad parlamentaria"
"¿Abandonaremos el papel? Tengo mis dudas de que lo vayamos a hacer"
Cabrera echa de menos los debates de Gallardón, Leguina y Pérez
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Para hacerse una idea de lo que esto significa, basta decir que sólo se guarda en la Cámara la documentación de los últimos tres años. O que cada día el Registro debe enviar una copia con el listado de su producción -y parte de la documentación que absorbe- a 42 personas de la Asamblea. O que cualquier pregunta a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, planteada por un portavoz de la oposición, implica que primero debe ser registrada (y enviada una copia a los otros grupos y a la Mesa de la Asamblea), y si logra ser aprobada por la Mesa, entonces pasa a la Junta de Portavoces que fija un día en el pleno para que sea formulada (y ello se comunica a cada miembro de la Junta y, de nuevo, se notifica el día elegido). Cada uno de estos pasos llega al Registro, que envía copias y copias de la documentación. Es como si fuera un pulpo gigante que continuamente está recibiendo papeles y enviando copias de aquí para allá, siempre en movimiento y siempre pendiente de que fluya la información y no se agoten los plazos.

"El Registro es como la funeraria", advierte con humor Cabrera, que vivió los días en los que la sede estaba en San Bernardo y el traslado al edificio de Puente de Vallecas. "Si hay pleno, nos quedamos hasta que termine y, en julio y agosto, aunque tenemos horario de verano, si nos convocan Diputación Permanente, alargamos el día", explica. "Funcionamos al ritmo de la actividad parlamentaria".

Por eso, uno de los libros de cabecera de la responsable del Registro es el Reglamento de la Asamblea. Y ella está satisfecha del servicio: "Es como mi hijo. Me siento orgullosa porque lo he montado yo".

Pero la Cámara madrileña hace también una función que no ofrece ningún otro parlamento español: una ventanilla para los ciudadanos. Cuando la Asamblea se trasladó a su ubicación actual en Puente de Vallecas, se convirtió en la conexión de los vecinos de aquel barrio tan alejado del centro con la Administración. A través de esta puerta los ciudadanos presentan papeles para oposiciones, reclamaciones... La ayuda real es escasa, porque este Registro hace de mero transmisor de correo y deriva la documentación a las ventanillas donde debieran haber ido, al no tener competencias de gestión. "Hace un año se abrió el plazo para solicitar guardería y la cola, llena de señoras con carrito, daba la vuelta al edificio", explica Cabrera. "Va por épocas. El año pasado atendimos la consulta de 9.000 ciudadanos".

Otro de los retos a los que se enfrenta el Registro de la Asamblea es el paso del papel a la era digital. Desde hace años funciona con un programa informático y parte de su actividad se ha trasladado al correo electrónico. Se escanean prácticamente todos los documentos que llegan y se guardan en formato digital. "¿Cuándo abandonaremos el papel? Tengo mis dudas de que lo vayamos a hacer del todo", afirma la jefa del Registro.

En un mundo donde los dispositivos de memoria USB son de uso común, en la Asamblea todo se tramita en papel, aunque también se haga vía digital. Y pese a que los diputados pueden comunicarse entre sí durante un mismo pleno por correo electrónico, SMS o vía twitter, oficialmente deben hacerlo por escrito y por el Registro.

Ahora que ha comenzado el curso parlamentario, comienza la peor época del año. Además del aumento de actividad por el efecto de vuelta al cole que también tienen los diputados, estos meses la actividad incluye el debate de los presupuestos regionales -y sus kilométricas enmiendas- y el cierre de las cuentas de años anteriores.

La jefa del Registro echa de menos los primeros años de la Cámara, cuando la actividad legislativa era mayor y la discusión política, más elevada. "Como los debates de Alberto Ruiz-Gallardón (PP), Joaquín Leguina (PSM) y Ángel Pérez (IU), ninguno", sentencia.

Beatriz Cabrera en los archivos del Registro de la Asamblea.BERNARDO PÉREZ

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