Cartas al director

Gracias, Ruiz-Giménez

Conocí a Joaquín Ruiz-Giménez en 1970. Venía de Ginebra y me presenté de parte de unos juristas amigos de los objetores de conciencia suizos. Cuando le dije que quería negarme a hacer el servicio militar en España me miró con simpatía y desde entonces pude contar con su extraordinaria ayuda. Era una persona con muchos contactos demócratas que puso a mi disposición.

En 1974 volví del Sáhara después de cumplir condenas de cárcel y batallón disciplinario y Ruiz-Giménez me incorporó a la Comisión Nacional Justicia y Paz, de la que era presidente, y me asignó una beca para seguir mi lucha po...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Conocí a Joaquín Ruiz-Giménez en 1970. Venía de Ginebra y me presenté de parte de unos juristas amigos de los objetores de conciencia suizos. Cuando le dije que quería negarme a hacer el servicio militar en España me miró con simpatía y desde entonces pude contar con su extraordinaria ayuda. Era una persona con muchos contactos demócratas que puso a mi disposición.

En 1974 volví del Sáhara después de cumplir condenas de cárcel y batallón disciplinario y Ruiz-Giménez me incorporó a la Comisión Nacional Justicia y Paz, de la que era presidente, y me asignó una beca para seguir mi lucha por el desarme. Con las espaldas un poco más cubiertas, preparamos la objeción colectiva de Can Serra. Al poco, surgían nuevos grupos de objetores y 30 años más tarde, con un balance de cerca de un millón de objetores y 40.000 heroicos insumisos, desaparecía el servicio militar obligatorio.

Los jóvenes que ahora ni saben lo que es la mili y que se han librado de ese resto de esclavitud, tienen una deuda de gratitud con muchas personas y de manera destacada con Ruiz-Giménez. Yo también le debo mucho y por eso su recuerdo me anima a seguir por el mismo camino. Nos falta trecho para conseguir una sociedad justa y pacífica, pero da alegría ver cómo se avanza. Gracias, don Joaquín.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En