Cosa de dos

La orden

Desde 1999 la ley obliga a las televisiones, tanto públicas como privadas, a que destinen el 5% de sus ingresos a la producción de películas, principalmente españolas. Un porcentaje similar, o mayor, tienen que dedicar al mismo fin las cadenas autonómicas. Al final es mucho dinero, tanto, que los responsables de las televisiones se las ven y se las desean para poner sus millones de euros en algún producto decente que puedan emitir. Luego llegan los de las autonómicas que, para justificar el gasto, necesitan que alguien en algún momento diga Bos dias o Egun on, si la ayuda procede...

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Desde 1999 la ley obliga a las televisiones, tanto públicas como privadas, a que destinen el 5% de sus ingresos a la producción de películas, principalmente españolas. Un porcentaje similar, o mayor, tienen que dedicar al mismo fin las cadenas autonómicas. Al final es mucho dinero, tanto, que los responsables de las televisiones se las ven y se las desean para poner sus millones de euros en algún producto decente que puedan emitir. Luego llegan los de las autonómicas que, para justificar el gasto, necesitan que alguien en algún momento diga Bos dias o Egun on, si la ayuda procede de la televisión gallega o vasca, o que haya imágenes de El Escorial o la Giralda si la pasta proviene de Telemadrid o Canal Sur. Este dinero a veces se alarga a los derechos de emisión, aunque en muchos casos ni se emite la película para no hundir la audiencia.

Ha llegado la crisis, los ingresos de las televisiones han caído drásticamente y con ello también lo que recibirá la industria del cine. Y en esto se anuncia una orden ministerial que complementa la ley del cine, y se monta parda: hasta ahora se aceptaba como ayuda al cine el dinero destinado a los telefilmes de un máximo de dos capítulos. De ahí esa extraña proliferación de miniseries, que recreaban hechos reales como el asesinato de Fago o de la niña Mari Luz que, además, dan buenas audiencias.

La orden en ciernes amplía el concepto de ayuda al cine a las teleseries, sin límite de capítulos, como Los Hombres de Paco o Cuéntame. Y la industria del cine, o parte de ella, anda recogiendo firmas de protesta, no se entiende bien por qué. Detrás de esas series hay directores, productores, grandes actores, no menos grandes guionistas y un sinfín de profesiones de estilistas a localizadores que están logrando que se agrande la industria audiovisual nacional (incluso la exportación de sus series).

Parece que la joven televisión privada ha sabido crear una industria a su alrededor, mientras que la industria española del cine sigue igual que hace veinte años. No disparen al pianista, no son palabras mías sino de Pedro Pérez, presidente de la federación de la Asociación de Productores Audiovisuales Españoles.

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