Crítica:LLAMADA EN ESPERA

Alunizaje en color

En medio de las manías veraniegas le toca ahora el turno a la Luna y no paran de bombardear con artículos, comentarios y entrevistas que celebran los cuarenta años del evento. Me pregunto qué vamos a dejar para los cincuenta.

A mí hay una cosa que me ha hecho gracia de todo este espectáculo mediático que nos ha devuelto una imagen muy envejecida del mundo, desde Armstrong a Hermida, pasando por nosotros mismos: ver la llegada a la Luna en color, como debió ocurrir entonces. Resulta poco familiar para los que tenemos grabada aquella otra imagen en blanco y negro: el hombre, la bandera y ...

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En medio de las manías veraniegas le toca ahora el turno a la Luna y no paran de bombardear con artículos, comentarios y entrevistas que celebran los cuarenta años del evento. Me pregunto qué vamos a dejar para los cincuenta.

A mí hay una cosa que me ha hecho gracia de todo este espectáculo mediático que nos ha devuelto una imagen muy envejecida del mundo, desde Armstrong a Hermida, pasando por nosotros mismos: ver la llegada a la Luna en color, como debió ocurrir entonces. Resulta poco familiar para los que tenemos grabada aquella otra imagen en blanco y negro: el hombre, la bandera y la huella -qué barbaridad... vaya dramatismo escénico-. ¡Y yo que creía que Warhol había capturado el instante en color para animar un poco la cosa! Seguro que recuerdan la instantánea prestada en la cual el astronauta está como un muñeco Michelin al ladito de la bandera norteamericana en colores. Se mueve -la bandera, digo-. ¿Cómo es que se mueve si en la Luna no hay viento? Ah... es por el movimiento del propio Armstrong, que en la obra de Warhol pasa a engrosar la lista de retratos de famosos o tal vez de las apropiaciones de lo moderno que tanto gustaba a Andy.

¡Lo que ha dado que hablar la bandera ondulante! Y vuelta a empezar con que las imágenes se tomaron en un plató y no "llegamos" a la Luna. Pero ¿quiénes "llegamos"? Y, sobre todo, ¿qué más da? Lo importante del acontecimiento es el relato que se cuenta y el de la llegada a la Luna es uno de los más arraigados en el imaginario occidental. La Luna, desde luego, nos sigue enganchando.

Aquí estamos, embelesados ante la Luna repetida, romántica o moderna, a lo mejor porque, cuenta Ariosto en Orlando furioso, todo lo que se extravía en la Tierra -los suspiros de los amantes, el tiempo derrochado por los jugadores, las horas malgastadas de los perezosos, los deseos vanos...- termina en la Luna, a su manera espejo de las pasiones telúricas. "En el universo jamás se pierde nada", escribía Calvino parafraseando los versos del poeta italiano del 1500. Qué narraciones tan fabulosas ha originado el astro.

Así que ahí va, para este verano lunar, una recomendación que parece algo más estimulante que la enésima difusión del "gran paso de la humanidad". Viajes a la luna. De la fantasía a la ciencia ficción recoge historias mucho más excitantes que las de la tele: las de Cyrano de Bergerac o Voltaire, por ejemplo. Apareció en 2005, en Biblioteca ELR, edición de Carlos García Gual, y es un verdadero placer de libro, mil veces mejor que las elucubraciones de si se llegó o no a poner la huella Adidas entre cráter y cráter. Buen momento para releerlo si lo conocen -hay que concederse el pequeño placer de ser una fashion victim de la cultura-.

Aunque claro, también es posible que con tanta lectura de ciencia-ficción avant la lettre se me haya distorsionado el discernimiento como al Orlando de Ariosto. Imaginen que el otro día al mirar la última etapa de Kandinsky en la exposición del Pompidou entendí de dónde había salido la inspiración de Judy Mehretu, la artista más cara, la más estrella -dejaba constancia Vanity Fair- y la más complicada de comprar -por su producción escasa- de este último rato. Una señora que conozco me lo comentaba ante su cuadro: "A mí accedió a vendérmelo". Anda que cuando se dé cuenta de lo que se parece a Kandinsk

y... Cuando las grandes colecciones -públicas y privadas- se den cuenta de que son todas igualitas... Se van a llevar un susto semejante al mío al ver el alunizaje en color. Quién lo hubiera dicho.

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