Análisis:EL ACENTO

¡Larga vida al rey!

Lo dijo uno de sus innumerables fans el pasado martes, el día del último adiós a Michael Jackson: "¡larga vida al rey!", ahora que ya no está o que está ahí arriba, donde señalaban Mariah Carey y Trey Lorenz mientras interpretaban una de las canciones en su despedida. Primero hubo un funeral privado en el cementerio Forrest Lawn, en las colinas de Hollywood, y luego una comitiva fúnebre recorrió la ciudad hasta trasladar el féretro del cantante al Staples Center, la sede de los Lakers, el lugar donde había ensayado hace poco algunos de los pasos de la que iba a ser su última gira mundia...

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Lo dijo uno de sus innumerables fans el pasado martes, el día del último adiós a Michael Jackson: "¡larga vida al rey!", ahora que ya no está o que está ahí arriba, donde señalaban Mariah Carey y Trey Lorenz mientras interpretaban una de las canciones en su despedida. Primero hubo un funeral privado en el cementerio Forrest Lawn, en las colinas de Hollywood, y luego una comitiva fúnebre recorrió la ciudad hasta trasladar el féretro del cantante al Staples Center, la sede de los Lakers, el lugar donde había ensayado hace poco algunos de los pasos de la que iba a ser su última gira mundial.

Un féretro dorado cubierto de flores rojas. Los hermanos de Michael, que lo transportaron, iban de negro con corbatas amarillas y todos ellos, como lo había hecho él en el vídeo de Thriller, con un único guante blanco. Al escenario fueron subiendo una larga serie de figuras célebres. Algunos de ellos, como Stevie Wonder, le dijeron adiós cantando; otros lo hicieron hablando, como Kobe Bryant o Magic Johnson, que contó alguna anécdota y arrancó unas sonrisas. Detrás, una enorme pantalla con momentos de su vida. Y al final, las palabras (y el llanto) de Paris, su hija: "Era el mejor padre". Casi no hubo silencio, como se estila en estos casos, sino el ruido mayúsculo (aplausos, coros, gritos) de una audiencia enardecida y entregada.

Hubo 3.200 policías patrullando para evitar cualquier despropósito; 11.000 personas llenaron el recinto (y otras 6.500 se apiñaron en el Nokia Theatre) tras obtener su entrada en un sorteo en el que participaron 1,6 millones de fans. Fueron 50.000 los que se conformaron con seguir la ceremonia desde el exterior del centro. El evento le costó a la ciudad unos cuatro millones de dólares, prácticamente la misma cantidad que ganó el sector servicios con las visitas de los seguidores del cantante. El número de espectadores que siguieron el espectáculo por televisión, Twitter e Internet simplemente no cabe en esta pieza.

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Un exceso y un disparate de cifras para una vida disparatada y llena de excesos. El rey descansa ahora en paz. Pasará seguramente mucho tiempo hasta que llegue otro que agite el mundo del pop como él lo hizo. Con su inmenso talento y sus delirantes extravagancias.

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