DESDE MI SILLA DE RUEDAS | TOUR 2009 | Empieza la 'grande boucle'

Día de estreno

Hoy estoy de estreno. Ni estreno sección ni tema. No es la primera vez que escribo una de estas columnas, ni la primera vez que lo hago sobre el Tour, pero hay algo que hace que todo sea diferente. Tampoco el ordenador, cuyo teclado aporreo, es nuevo, y la sensación ésta de escribir con el cierre de edición haciendo sombra por encima de mi cabeza no es la primera vez que la vivo.

No, lo nuevo está dentro de mí, podría afirmar incluso que soy yo mismo. Y es que desde el pasado 16 de mayo han pasado tantas cosas en mi vida que nunca podré olvidar que a partir de esa fecha hay un antes y u...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hoy estoy de estreno. Ni estreno sección ni tema. No es la primera vez que escribo una de estas columnas, ni la primera vez que lo hago sobre el Tour, pero hay algo que hace que todo sea diferente. Tampoco el ordenador, cuyo teclado aporreo, es nuevo, y la sensación ésta de escribir con el cierre de edición haciendo sombra por encima de mi cabeza no es la primera vez que la vivo.

No, lo nuevo está dentro de mí, podría afirmar incluso que soy yo mismo. Y es que desde el pasado 16 de mayo han pasado tantas cosas en mi vida que nunca podré olvidar que a partir de esa fecha hay un antes y un después. Aquel día, en la octava etapa del Giro de Italia, tomé una curva a excesiva velocidad y me precipité por un barranco en la bajada de un puerto que, por cierto, se llamaba culmine de San Pietro, algo así como la cima o el cénit de San Pedro, como yo me llamo. Me despeñé por aquel terraplén durante unos segundos en los que debí ser frenado por las ramas y el matorral, y terminé tumbado sobre unas rocas unos 80 metros más abajo. Dicen los que me vieron que dejé un rastro en la caída de piel y sangre, incluso algún pequeño fragmento de hueso. No lo sé. No fui consciente de nada. Tan solo soy consciente ahora, y cada día que pasa aún con mayor motivo, de que aquel que cayó por allí fue uno, y el que ahora escribe es otro, aunque haya bastantes cosas que nos sean comunes, y unos cuantos huesos rotos y que ya han soldado que nos diferencien. Bueno, no me enrollo, que ya habrá tiempo en tres semanas de hablar de todo esto. Irá surgiendo como quien no quiere la cosa.

Más información

El caso es que el Tour empieza y yo estoy que casi ni me he enterado. Ayer hablé con mi compañero Flecha por teléfono y trató de meterme un poco en ambiente, pero hasta que no vea a los ciclistas pedaleando no creo que me concentre en la carrera. Que si el Astana de Contador, Armstrong, Leipheimer y Kloden…. ¿Sólo corren ellos para ganar? Que si Evans, que si Menchov o no sé quién más, puede aspirar al amarillo de París. Estos días lo descubriré. Estoy de momento totalmente abstraído de lo que va a pasar en Francia durante este mes, ciclísticamente hablando, aunque no quiere decir que no me interese.

En los últimos años he escrito durante el Tour titulando mi columna "Desde mi sillón", pues escribía desde casa viendo la carrera en la pantalla, aunque siempre ha habido días en los que me tocaba competir en alguna otra carrera, como el año pasado en la Vuelta a Austria, y aunque no sentía el Tour en mis piernas, sí que escribía con la sensación de fatiga propia de las tardes de cualquier día de competición. Sin embargo este año será diferente, aunque ya que estoy con la fatiga, seguramente la que sienta será mayor que la que sentí cualquiera de esos días. Será la fatiga correspondiente a la sesión diaria de rehabilitación que haya sufrido cada mañana.

Este año escribiré desde mi silla de ruedas. No quiero ser victimista, me muevo con soltura con muletas, pero cuando al rato me canso, me siento en la silla de ruedas para no perder así movilidad. Desde aquí seguiré a mis compañeros pedaleantes con más envidia que nunca, porque yo siempre he querido ir al Tour. Pero este año no les envidio por eso. Les envidio aún más porque son capaces de pedalear, y yo no. Os seguiré con atención, compañeros, disfrutad de la suerte que tenéis.

Archivado En